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Adolescencia: Cuando sienten vergüenza de estar con nosotros delante de sus amigos

Que nuestro hijo sienta vergüenza de estar con nosotros puede ser desconcertante, pero la adolescencia es así y hay que estar preparados…

“Dejame a una cuadra del colegio” “No me esperes en la puerta a la salida” “No quiero que me vean con vos”...Si escuchás estas frases de tu hijo, es que ha llegado a la adolescencia, o se acerca.

Como padres, cuesta adaptarse a este cambio rotundo, que suele comenzar entre los 10 u 11 años de edad y extenderse hasta los 18 o 19 años.

Que los hijos sientan “vergüenza” de compartir cosas con nosotros cuando antes éramos sus “ídolos” es fuerte, sin embargo, es algo absolutamente normal y esperable en esta etapa.

Estas formas de actuar tienen que ver con que los chicos empiezan a tomar conciencia de que ya no son niños y están ingresando a otra fase del desarrollo, entonces, cualquier situación con sus padres que antes les parecía maravillosa, ahora los avergüenza porque se sienten muy expuestos.

Antes, sus padres eran sus figuras de referencia, a quienes adoraban, respetaban, sus modelos a seguir, en cambio ahora, producto de este proceso de construcción de identidad, lo que necesitan es diferenciarse y tener más que ver con el entorno que los rodea, con sus pares.

No es que no les guste la personalidad de la madre o del padre, sino que no les gusta el rol que ellos ocupan y esto responde a que necesitan encontrar su propio espacio en la vida, su independencia, aunque siguen siendo chicos.

Como se trata de un cambio rotundo, es normal que uno se sienta fuera de órbita y no sepa cómo actuar. En estos casos, lo mejor es tomárselo con calma, quitándole dramatismo y escuchando a los hijos.

La idea es no exponerlos a situaciones en las que se sientan avergonzados, respetar esta sensación y sus espacios físicos, respetarlos también cuando están con sus amigos y no meterse en el medio de la conversación. No hacer comentarios de ellos sin su autorización (una tentación en la que solemos caer los padres), también es clave.

Si nos piden que no los esperemos en la puerta del colegio, de la casa de un amigo o del boliche, respetar su deseo y esperarlos a media cuadra o en el auto, donde podamos verlos salir, si es que consideramos que así es más seguro. Es decir, en la medida de lo posible, tratar de demostrarles que comprendemos lo que les pasa, cultivar su independencia y autoafirmación, pero siempre cuidándolos.

Como este cambio suele venir de la mano de críticas hacia los padres, también hay que estar preparados para eso y pedir disculpas cuando sabemos que cometimos un error, dándoles el ejemplo y la posibilidad de que ellos hagan lo mismo si se equivocan.

Y cuando la nostalgia nos ataque podemos echar mano de algún recurso de “emergencia”, como invitarlos a ver a ese artista que tanto les gusta (aunque a nosotros no), para compartir unas horas juntos.

Sentir que ya no vivimos con ellos tantas cosas como antes es un poco doloroso, pero al fin y al cabo se debe a que están creciendo, y eso es lo que realmente importa.


Asesoró: Lic. Alejandra Libenson, psicóloga y psicopedagoga,
autora de Criando hijos, creando personas y Los nuevos padres

Adolescentes Psicologia, educación y familia