Pasar al contenido principal

Adolescentes: entre los límites y la independencia

Que ellos “ya son grandes” o que “a sus amigos ya los dejan”, suelen ser las primeras justificaciones que los adolescentes ponen al pedir algo, pero lo que debemos evaluar no es solamente su edad sino el hecho de que estén preparados para enfrentar tales desafíos o manejar determinadas situaciones. ¿Cómo hacerlo?

La adolescencia es todo un desafío ya que implica preparar a los hijos para que sean adultos responsables y esto es algo que comenzamos a “practicar” ya desde la primera infancia, cuando establecemos límites ante ciertas situaciones y les damos libertad en la medida que vamos viendo que pueden solos.

La diferencia es que en esta etapa los padres quedan en un muy segundo plano y son los amigos los que pasan a ser sus referentes, su grupo de pertenencia, sus ídolos. Y es aquí donde temas como las primeras salidas a bailar, pasar horas conectados, juntarse en la casa de un amigo, etc. suelen generar algún que otro conflicto, ante los que es importante saber consensuar.

Hay ciertas cosas, como ir a la escuela, al médico, etc., que los chicos tienen que hacer simplemente porque sus padres lo dicen, pero hay otras en las que en vez de decir “no” es útil abrir un abanico de posibilidades para que ellos puedan decidir por sí mismos y comprender que detrás de cada elección hay consecuencias. Además, el “no” debe asentarse sobre la base de muchos “sí” porque, de lo contrario, la rebeldía típica de esta etapa se verá exacerbada ante esa sensación de que nunca pueden hacer nada.

Que ellos “ya son grandes” o que “a sus amigos ya los dejan”, suelen ser las primeras justificaciones que los adolescentes ponen al pedir algo, pero lo que debemos evaluar no es solamente su edad sino el hecho de que estén preparados para enfrentar tales desafíos o manejar determinadas situaciones. Para eso necesitamos conocerlos bien, confiar en ellos y que ellos confíen en nosotros de manera que puedan hablar sin tapujos y sin miedo a reprimendas.

Mientras tanto, son las situaciones cotidianas las que nos darán las oportunidades para proporcionarles, paso a paso, esta independencia que tanto reclaman:

Dejar de hacer las cosas por ellos: hay muchas cosas que ellos ya pueden hacer por sí mismos, como por ejemplo ordenar su cuarto, prepararse el almuerzo o lavar su ropa. Muchas veces, aquellos padres que se quejan de la “irresponsabilidad” de sus hijos son los que hacen todo por ellos. En este caso debemos darles las herramientas previamente, no soltarlos a la deriva porque “ya son grandes” sino ir pidiéndoles a medida que van creciendo que colaboren con aquellas tareas para las que ya están preparados y enseñarles cómo se hacen.

Ayudarlos a evaluar posibilidades al tomar una decisión: llegado el momento serán ellos los que tomen decisiones con respecto a temas como, por ejemplo, estudiar o no una carrera universitaria, hacer una pasantía mientras estudian, trabajar, etc. o con respecto a otro tipo de temas preocupantes para los padres como tomar alcohol, fumar, tener relaciones sexuales, etc. Y es en base a la educación y contención que les dimos desde donde mayormente partirán sus elecciones. Desde la Academia Americana de Pediatría sugieren que en el momento podemos guiarlos planteándoles ciertas preguntas útiles para tomar una decisión, como por ejemplo: ¿Cuál es el dilema? ¿Cuáles son las posibles soluciones? ¿Qué consecuencias tiene cada solución? ¿Cuál de esas consecuencias es la más deseable desde el punto de vista práctico, personal, moral o legal?

Mirar con “ojos de adolescentes”: recordar qué cosas hacíamos de adolescentes para no juzgarlos así como para saber a qué riesgos se verán expuestos, sirve para lograr esa empatía tan necesaria en esta etapa y para evaluar si están preparados para distintas situaciones. Siempre sin olvidar que cuando éramos adolescentes había otros códigos, el escenario social era diferente y nuestros propios padres nos criaron con sus propias pautas, más acordes a esa época y a las características de cada familia en particular. Nuestros hijos seguramente transitarán su adolescencia de manera diferente (ni mejor ni peor) a como transitamos la nuestra.

Enseñarles a ser organizados
: hay chicos que suelen ser más desordenados o desorganizados que otros y esto puede confundirse con irresponsabilidad. Si vemos que a nuestro hijo le cuesta organizarse podemos darle herramientas como decirle que deje sus cosas siempre en un mismo lugar así no tiene que estar buscándolas por todos lados cuando las necesita, que anote en una lista visible todo lo que tiene que hacer y que lo vaya tachando en la medida que cumple con cada tarea, que organice su día en base a horarios y trate de cumplirlos siempre, etc. Esto lo ayudará a volverse más responsable.

Enseñarles a manejar su dinero: si vamos a darles una mensualidad o “mesada”, que sea una cifra específica sin extras de manera que aprendan a manejarla. Tal vez en un principio gasten todo antes de tiempo pero esto les ayudará a considerarlo mejor la próxima vez.

Construir los límites junto a ellos: el tema de los límites no se soluciona con “imponerlos”, sino incluyendo activamente a los hijos. Esto no quiere decir que haya que negociar las normas que ponemos los adultos, sino que es bueno y sano consensuar la manera en que se llevarán a cabo. Si les damos una participación activa a nuestros hijos en la construcción del límite ellos se sentirán escuchados y a la vez los invitaremos a hacerse responsables de la decisión que tomaron, generando así un vínculo basado en la confianza mutua. Por ejemplo, si van a salir, en lugar de imponer el horario de regreso podemos negociarlo escuchando lo que plantean y pautando ciertos acuerdos con los que deben comprometerse, como que envíen un mensaje al llegar y al irse, que organicen una forma segura de regreso a casa, etc. Si el chico sabe que lo estamos haciendo para cuidar su seguridad y no porque “yo lo digo” es más probable que lo tenga en cuenta.

Que vean que cada acto tiene consecuencias: la vida suele ser la encargada de demostrarles esto, sin necesidad de castigos extra. Así como no hacer las tareas suele tener como consecuencia más trabajo o calificaciones más bajas, y llevarse materias implica en muchos casos tener que quedarse estudiando en vacaciones, si no ponen a lavar su ropa lo más seguro es que no tengan más que ropa sucia para ponerse.

No hay que tener miedo de que sufran, tomen malas decisiones o pasen vergüenza, cuanto más temprano les enseñemos a asumir responsabilidades menos van a sufrir cuando sean adultos.

Además, de los errores se aprende y, siempre que estos errores no impliquen un daño irreparable, son fundamentales para el crecimiento.


Asesoró: Lic. María Paula Gerardi;
Fuente consultada: Academia Americana de Pediatría

Adolescentes Desarrollo y crecimiento Psicologia, educación y familia