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Chicos “genios”: las dos caras de la moneda

Cuando los padres descubren que su hijo de 3 años lee y comprende o cuando a los 9 los sorprenden con reflexiones dignas de un filósofo griego, los sentimientos son contradictorios

Cuando los padres descubren que su hijo de 3 años lee y comprende o cuando a los 9  los sorprenden con reflexiones dignas de un filósofo griego, los sentimientos son contradictorios, porque el orgullo y la alegría se mezclan en partes iguales con la preocupación: ¿Es un “superdotado”? ¿Cómo incentivar sus capacidades sin sobreexigirlo? ¿Qué hacer con ese hijo que se nos escapa de las manos?

En primer lugar hay que tener en cuenta que todos los padres nos sorprendemos con los avances de nuestros hijos y a pesar de que sus logros sean perfectamente esperables a nivel evolutivo, los vemos “súper inteligentes” y “extremadamente creativos”. Por eso, antes de ponerle a un niño la etiqueta de “genio” hay que confirmar con un especialista –psicólogo o psicopedagogo- que su nivel intelectual sea realmente superior.

El criterio que se utiliza para catalogar de “superdotado” a un chico es, por lo general, el desarrollo intelectual más avanzado y esto se evalúa a través de entrevistas y una batería de tests. Desde el punto de vista exclusivamente cuantitativo, el Coeficiente Intelectual (CI) es el que determina la ubicación de ese niño con respecto a la media de su edad.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) define a una persona superdotada como "aquella que cuenta con un coeficiente intelectual superior a 130”.

Pero una vez definido, hay que tener en cuenta que la vida de los chicos “superdotados” no es tan fácil como suele creerse, porque además de un plus de inteligencia, de curiosidad, de intuición y de creatividad, muchas veces:

  • Son frágiles, hipersensibles y ansiosos.
  • Tiene dificultades para relacionarse con sus pares.
  • Tienen un nivel psicomotriz y una madurez afectiva diferente al desarrollo intelectual.
  • No son alumnos brillantes y hasta pueden fracasar en la escuela y no llegar a cursar estudios superiores.
  • Suelen tener baja autoestima porque se sienten distintos a los chicos de su edad.
  • Son muy críticos de sí mismos y de los demás.
  • Suelen ser tratados como “genios” por su entorno, lo que los hace muy sensibles al fracaso y significa una enorme exigencia.


Y estas dificultades se deben a que el superdotado tiene una inteligencia diferente y su estilo de percepción del mundo es muy diferente a la de los otros chicos. Además, un CI elevado no suele venir acompañado por un desarrollo igual a nivel emocional y psicomotriz, por lo que es muy posible que un chiquito sumamente inteligente tenga conductas que no parecen coincidir con esa capacidad, como no caminar ni controlar esfínteres precozmente o ser muy dependiente de sus padres a la hora de dormir.

El aburrimiento, el no haber “aprendido a estudiar” –porque no les hacía falta-  y cierta tendencia a aceptar sugerencias o instrucciones de los demás puede provocar aburrimiento y fracaso en los niveles terciarios y universitarios y esto puede ser vivido como un gran fracaso para los chicos que toda la vida fueron halagados por su inteligencia y por su manejo de los conceptos abstractos.

Con estos casos es fundamental buscar el apoyo de la escuela, ya que igual que con los chicos que requieren adaptación curricular porque no pueden seguir el ritmo de sus compañeros, estos niños se benefician con un programa de estudios que aumente y profundice los contenidos del grado que cursan.

Hoy en día no se considera conveniente separarlos de su grupo para hacerlos cursar grados más avanzados, justamente por el hecho de que su maduración emocional no va a la par de su desarrollo intelectual: no dejan de ser chicos, por ejemplo, de 8 años, con los gustos, los juegos y las necesidades típicas de la edad.

Tampoco se aconseja separarlos en clases especiales para superdotados, de la misma forma que se busca la integración escolar de los chicos con problemas de aprendizaje o con discapacidad. En todo caso, si los padres y el pediatra o psicólogo que lo acompaña lo consideran conveniente, puede hacer actividades extra-escolares para complementar y saciar así su curiosidad y su necesidad de tratar temas que no forman parte de la currícula escolar prevista para ese año.

Niños Educación y estimulación