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¿Cómo hacer para que toda la familia ayude con las tareas domésticas?

Tal vez seas una profesional que no tiene dificultades para delegar en sus colaboradores pero, a la hora de delegar en los hijos… a todas se nos complica. ¿Cómo enseñarles a colaborar en la casa?

Si sentís que algo anda mal con respecto a la distribución de las tareas domésticas en tu casa, es hora de sentarse a pensar qué se hizo hasta ahora para poder generar los cambios necesarios.

Hagamos un poco de historia: cuando iniciaste tu vida en pareja, ¿quedó claro cómo iba a ser la distribución de las tareas de la casa, ya sea explícita o implícitamente? ¿Ya desde ese momento se planteó alguna situación medianamente equitativa? Tené en cuenta que si los dos trabajan todo el día, las tareas del hogar deberían repartirse mitad y mitad, digamos. Y que si la mujer no trabaja, o trabaja menos horas, eso no significa que el hombre esté exento hasta de sacar su ropa sucia del baño.

Este “pacto” de la pareja va a tener mucha incidencia en la crianza de los hijos, porque si el modelo es el de una “Mujer Maravilla” que se ocupa de todo, los chicos se van a adaptar y cuando sean adolescentes va a ser más difícil cambiar hábitos instalados.

Por el contrario, si desde chiquitos los acostumbraste a ayudar -la panera a la mesa la pueden llevar desde el año y medio, digamos- el hábito adquirido va a ser otro, y cuando llegue la adolescencia la situación también va a ser diferente. Haber hecho todo por ellos siempre y, de golpe, enojarse porque no ayudan, es ilógico.

Incluso en las casas donde hay ayuda doméstica es importante crear en los chicos el hábito de hacerse cargo de algunas cosas. Por ejemplo, antes de que la señora entre a limpiar su cuarto, pueden levantar los juguetes. Cuando son más grandes, la ropa planchada puede quedar sobre sus camas para que ellos mismos se ocupen de guardarla. Antes de irse al colegio pueden llevar a la cocina el vaso que quedó en la pieza desde la noche… pequeñas ocupaciones para que no tengan “todo servido en bandeja”, ni más ni menos que una enseñanza para la vida, mucho más allá de las cuatro paredes de la casa.

Si tus hijos son chiquitos, sin retos, como un juego, y siempre pidiendo “por favor” y diciendo “gracias”, pediles ayuda en la medida de sus posibilidades y felicitalos por cómo hacen estos “mandados”, aunque no les salgan perfectos.

Si tus hijos tiene diez años o más y querés que empiecen a colaborar, aunque nunca lo hayan hecho, sentalos y hablá con ellos, sin enojos: explicales que nunca les pediste ayuda pero que ahora te das cuenta de que te equivocaste porque ellos pueden hacer muy bien algunas de las cosas de la casa, que entre todos terminarían antes y tendrías más tiempo para jugar con ellos a las cartas o que podrían ver juntos una película. Llevá una lista de tareas para delegarles y dejalos elegir (no más de dos por día) las que más les gusten: pueden ser fijas o rotativas, cada familia decidirá lo que le resulte mejor.

Y atención: todos los miembros de la familia deben tener tareas, el padre no puede quedar excluido. Una vez distribuidas, es importante sostener este pedido, porque si se plantea y a la semana mamá está haciendo todo de nuevo porque le da “pena” el nene o por el motivo que sea, la próxima vez que pida ayuda no la van a tomar muy en serio.

Finalmente, que quede claro que por ayudar en casa no hay pagos ni premios más que el agradecimiento: se trata de algo básico, todos viven en esa casa, todos ayudan a mantenerla en condiciones.

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