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Cómo saber si un jardín es bueno (o malo)

Hay ciertas señales que pueden darnos la pauta de cómo es un jardín y que podemos verlas en la visita antes de anotarlo o durante los primeros días de jardín de nuestro hijo.

En la visita previa al jardín de infantes o maternal, más allá de cosas básicas como la habilitación, la seguridad del espacio, la cantidad de maestras por grupo, etc. hay otras señales que pueden darnos la pauta de que es un lugar bueno para ellos. Si no tuvimos en cuenta estos detalles al anotarlo, tal vez los veamos durante la adaptación o en sus primeros días.

Si el jardín es privado es fundamental averiguar si está inscripto ante las entidades correspondientes, porque esto implica que debe cumplir con los lineamientos educativos establecidos por el Ministerio de Educación y que cuenta con supervisiones que dependen de entidades provinciales y nacionales y que nos permiten saber si el lugar es seguro como tal.

 

Señales de que un jardín es bueno (o malo)



- Que sea un espacio acogedor: no solo por la calidez de las personas que trabajan allí sino también por la calidez de las salitas. Un lugar acogedor se siente en el trato de los profesionales, la actitud y la predisposición de directores y maestras así como en la ambientación. Los chicos necesitan sentirse “como en casa” y esto se logra mediante la empatía con los maestros, pero también mediante la disposición del espacio. Un lugar luminoso, limpio, amplio, con espacios al aire libre, donde los chicos puedan moverse con libertad y que esté ordenado, pero no tanto, demostrando que hay vida, que hay niños jugando allí, es fundamental.

De lo contrario, espacios oscuros, pequeños, que no muestren trabajitos coloridos y variados de los chicos en el aula o espacios comunes, donde las cosas no se encuentren a su alcance ni se adapten a sus necesidades, son lugares que no están bien pensados para que los niños puedan disfrutar libremente.

- Que sea alegre: las risas de los chicos nos dan la pauta del lugar. Si durante la visita previa o los primeros días vemos a los chicos que asisten allí contentos, jugando libremente, bailando, riendo, es una buena señal.

De lo contrario, mucho silencio, niños aburridos, maestras gritando o llantos constantemente no son buenas señales. Los chicos en preescolar aprenden fundamentalmente jugando, experimentando, y las actividades muy estructuradas, propias de otros niveles educativos, no dan lugar a la libertad tan necesaria a esta edad.

- Que las maestras se muestren motivadas y plenamente conectadas con los chicos: sabemos que los más chiquitos corren muchos riesgos y tienen distintas necesidades. Así que más allá de la seguridad de la sala, las maestras deben mostrarse atentas y predispuestas a resolver situaciones como pequeñas disputas por un juguete, posibles accidentes, días difíciles de los niños, cambio de pañales cuando el chico lo necesite, etc.

De lo contrario, maestras distraídas, que charlan entre ellas sin mirar lo que hacen los chicos, poco empáticas con ellos y con sus necesidades individuales, son un riesgo para su cuidado.

- Que podamos conocer bien el establecimiento: es importante que nos den la posibilidad de conocer todos los espacios del jardín, más allá de la salita a la que vaya nuestro hijo. Los baños, el patio, el comedor, otras salas, los juguetes, etc. nos dan mucha información sobre el jardín en general. Si no es posible conocer todos los espacios nos estará faltando información.

- Que sea un lugar limpio: la limpieza es clave y en un jardín de infantes donde tantos chicos comparten un mismo espacio, más aún. La falta de higiene puede ser fuente de enfermedades, por eso es otro de los puntos a tener en cuenta cuando conocemos el establecimiento. En este sentido, además de la correcta limpieza de los espacios, el lugar destinado al cambio de pañales así como los baños deben estar alejados de donde se cocina y donde comen los chicos.

- Que se tengan en cuenta pautas alimenticias saludables: es buena señal que desde el jardín se alienten hábitos alimenticios saludables en los chicos ofreciéndoles un menú variado, completo y sano, evitando las golosinas, gaseosas, jugos industriales, etc. A su vez, que el menú esté a disposición de los padres permite que ellos puedan saber qué comen sus hijos cada día.

- Que hagan devoluciones regulares acerca de nuestro hijo:  es bueno tener un registro de lo que sucede a través del cuaderno de comunicaciones o de otros recursos.

Cuando se trata de un bebé, que nos cuenten que comió, si durmió, su estado de ánimo, así como accidentes, etc. es importante para saber cómo se va adaptando al jardín y lo que pasa en la sala.

Por otro lado, las reuniones regulares también nos permiten un intercambio con las maestras y directivos y conocer un poco más de sus compañeritos.

Una comunicación poco fluida por falta de estos recursos, sobre todo si el niño aún no habla, puede impedirnos una participación activa en su día a día así como saber lo que sucede cuando lo dejamos al cuidado del otro.


- Que nuestro hijo se muestre contento: esta es, quizás, una de las señales más importantes. Más allá de los cambios iniciales que representa el ingreso a un jardín por primera vez, el niño debe mostrarse contento y motivado por las actividades planteadas. Si ya habla esto será más fácil de reconocer, pero el tema es distinto cuando se trata de un bebé que aún no se comunica a través de las palabras. En este caso debemos estar atentas a cambios muy bruscos en su estado de ánimo. Si bien es posible que los primeros días o semanas le cueste habituarse, que esté más pegado a su mamá o que haya, por ejemplo, cambios en el sueño, esto debe ir menguando con el paso del tiempo, a medida que se acostumbra a la nueva rutina. Si va empeorando, habrá que evaluar qué está pasando y concertar una reunión con el jardín.

Para tener en cuenta: el llanto al entrar al jardín no necesariamente es señal de que algo está mal, muchas veces los chicos lloran mucho en presencia de su mamá o su papá pero una vez que entran al jardín se olvidan de todo y se los ve contentos y tranquilos. En estos casos, un llamado para ver cómo se quedó nuestro hijo puede ayudarnos a superar la angustia. La confianza que sintamos hacia los directivos y las maestras y la contención que recibamos y que reciba nuestro hijo serán fundamentales en este proceso, nuevo para todos.

Algunas preguntas que podemos hacernos antes de tomar una decisión: ¿Me inspira confianza este lugar? ¿Pude ver todos los espacios del jardín con libertad? ¿Respondieron con amabilidad y calidez a todas mis preguntas? ¿Cómo es la actitud de las maestras/directivos y el personal ante los padres, los chicos y ante mi hijo?


Asesoró: Lic. María Paula Gerardi, psicóloga (UBA).
Especialista en infancia y crianza. Orientación a padres.

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