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El cigarrillo y los adolescentes

El 50 por ciento de los jóvenes que fuman, desearía no haber empezado nunca. ¿Cómo ayudarlos a evitar esta adicción? ¿Qué hacer si un hijo empieza a fumar?

El consumo de tabaco en la adolescencia es más importante de lo que parece. Según datos de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP), el hábito de fumar comienza mayormente en esta etapa. De hecho, el 90 por ciento de los fumadores adultos en el mundo comenzó a fumar antes de los 19 años.

Como padres es importante considerar que en la adolescencia no solo el grupo de pertenencia del chico, sino también su familia, ejerce una influencia en los inicios del tabaquismo. Ver que para los adultos el cigarrillo es una fuente de placer, la publicidad permanente y la búsqueda de disminuir tensiones constituyen el desarrollo de la llamada “tolerancia social” hacia esta adicción. Claro que también influyen factores personales como la curiosidad respecto a qué se siente al probarlo, el deseo de sentirse mejor considerándolo un antidepresivo, el miedo a engordar en las adolescentes (que ven al cigarrillo como un atenuante del hambre), la dificultad a decir “no”, la baja autoestima y el bajo rendimiento escolar.

Por eso, hay que estar atentos y evitar que se convierta en una potencial adicción, muy peligrosa para la salud.

 

Estar informados


Una de las claves es que los chicos estén informados sobre los efectos del cigarrillo en la salud, y los padres son parte responsable en esto.

En el mundo, el tabaco es la principal causa de enfermedad, discapacidad y muerte: cada año mueren más de 5 millones de personas a causa del tabaquismo, que puede provocar cáncer, enfermedades cardíacas y pulmonares, entre otras.

Ni bien uno empieza a fumar, el organismo ya se ve afectado, y aunque sean unos pocos cigarrillos por día (1 a 4 cigarrillos), igualmente es dañino para la salud porque aumenta, particularmente, el riesgo de sufrir enfermedad cardiovascular.

En el caso de los adolescentes, ellos son más vulnerables a la nicotina ya que su cerebro desarrolla el doble de receptores que el de un adulto. Por lo tanto, tienen más probabilidades de volverse adictos.

Al fumar un cigarrillo, la nicotina se absorbe y llega al cerebro en aproximadamente 7 segundos. Esta sustancia aumenta la liberación de la dopamina, lo que produce una sensación placentera. El efecto desaparece rápidamente y el fumador debe fumar cada vez más para repetir la misma sensación. 

Otro factor importante es que el consumo de cigarrillos en la adolescencia predispone no solo al tabaquismo, sino también al consumo de otras drogas como la marihuana, la cocaína, la heroína, etc.

Todo esto sin mencionar los efectos a corto plazo como la tos y la irritación de la garganta, caries y mal aliento, disminución del rendimiento deportivo porque hay menos oxígeno en sangre, e impotencia sexual.

 

¿Cómo evitar que los adolescentes adquieran el hábito?


Los factores que pueden llevar a que un adolescente pruebe el cigarrillo, muchas veces tienen que ver con conductas comunes en esta etapa de la vida como son la necesidad de transgredir reglas, demostrar independencia, sentirse más grandes, importantes o “rudos”, o por cuestiones físicas como perder peso, etc. Por eso, los padres deben tratar de contrarrestar estos factores y evitar o minimizar así la atracción que el fumar pueda provocar en sus hijos.

¿Cómo? Por supuesto, como primera medida, dando el ejemplo, y estableciendo desde la infancia una buena comunicación, base para tratar temas tan difíciles como este. Y, llegado el caso, es importante:

  • Abrirse a la charla evitando que los chicos sientan miedo a ser castigados o juzgados por algo que hicieron, como por ejemplo, haber probado un cigarrillo.
  • Valorar sus opiniones e ideas y tenerlas en cuenta al momento de hablar sobre temas delicados.
  • Resaltar sus logros o lo que hacen bien en lugar de destacar aquello que hacen mal. Alimentar la confianza en sí mismos permitirá que, llegado el momento, sean más fuertes ante las presiones de su entorno y puedan decir “no”.
  • Explicarles desde pequeños que fumar es malo y reiterarlo a medida que van creciendo, sumando información al respecto que sean capaces de entender.
  • Hablar con ellos acerca de lo que les atrae y les desagrada del cigarrillo o de fumar, escucharlos pacientemente y explicarles que se trata de algo nocivo para su salud.
  • En el caso de que el chico se sienta presionado por sus compañeros, hablarle acerca de las maneras de decirles “no”, y que poder hacerlo es una señal de madurez e inteligencia: “no quiero fumar porque no me gusta el olor que me deja en la piel, el aliento y la ropa”, “no me gusta cómo me veo fumando”, etc.
  • Incentivar actividades que minimizan la adicción al tabaco: anotarlo en un club o en alguna actividad deportiva o que le guste como clases de música, canto, danza, etc.

 

¿Cómo darse cuenta de que está fumando?


Hay ciertas señales que pueden dar la pauta de que está fumando, como el olor en la ropa, tos, voz ronca, mal aliento y otras un poco menos notorias como un menor rendimiento en los deportes, resfríos más seguidos que antes, problemas respiratorios, etc.

En el caso de creer que el chico está fumando, es importante preguntarle antes de darlo por sentado y evitar lo más posible el enojo. Es fundamental hablarle sobre el tema, pero evitando los sermones.

Como a veces es difícil generar un impacto en un adolescente hablándole de los efectos a largo plazo, puede encarar los problemas de fumar explicándole los inconvenientes inmediatos como que su aliento cambiará y esto puede resultar desagradable para su noviecito o noviecita, que los dientes se ponen amarillos, que baja el rendimiento en los deportes, que significa un gasto de dinero importante, entre otras cosas. 

También puede incentivarlo a hablar con su médico al respecto, quien puede asesorarlo sobre las mejores formas y medios para abandonar esta adicción, y motivarlo a dejar el cigarrillo armando un plan juntos para que día a día fume menos, felicitándolo cuando llega a sus objetivos, todo sin perseguirlo porque, en última instancia, es él quien tomará la decisión. En el caso de que responda diciendo que “puede dejarlo cuando él quiera”, pedirle que lo demuestre dejando de fumar por una semana.

Y en el caso de que se trate de una familia donde el padre y/o la madre fuman, reconocer ante el chico el error y la contradicción y aprovechar este momento para dejar de fumar. Pueden plantearlo como un objetivo en común y trabajarlo juntos. 


Fuentes: Sociedad Argentina de Pediatría (SAP);
Ministerio de Salud de la Nación

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