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La edad de los “¿Por qué?”

Aproximadamente entre los 2 y los 4 años se desarrolla una etapa muy importante: la de los “por qué”. En ese período los niños comienzan a conocer el mundo a través de la comunicación con el adulto, usando como herramienta el lenguaje.

Escuchar mil y una veces por día la frase “¿Por qué?” –que a veces viene en una media lengua muy simpática-, puede resultar agotador para los padres y para las personas que están a cargo del cuidado del niño. Sin embargo, hay que armarse de paciencia ya que se trata de una etapa necesaria del crecimiento.

Aproximadamente entre los 2 y los 4 años se desarrolla una etapa muy importante en los chicos: la edad de las preguntas o la edad de los “por qué”. En ese período los niños comienzan a conocer el mundo a través de la comunicación con el adulto, usando como herramienta el lenguaje. De ese modo, exploran dos cosas a la vez: por un lado, la potencialidad de la herramienta -que están construyendo, enriqueciendo y perfeccionando-, y, por otro, las características del mundo que los rodea, gracias a la información que les brindan las respuestas obtenidas.

Este período, que es variable en cada chico, tiene que ver con el desarrollo del pensamiento y es una señal de que los niños están creciendo normalmente y desarrollando su inteligencia. La curiosidad natural, que manifestaban en un principio mirando, llevándose objetos a la boca y manipulándolos, llega al terreno verbal. El niño organiza su mundo y busca comprenderlo y ordenarlo a través de preguntas con las que, además, obtiene un plus que para él significa mucho: la atención  de sus padres.

En el tipo de preguntas que hacen los chicos se reflejan las características de su pensamiento, que a esta edad tiene mucho de “realismo mágico”, lo que los lleva a  pensar que los objetos se comportan como seres vivos y que los seres vivos tienen poder sobre todo lo inanimado: “¿Mamá, por qué no podés hacer que pare de llover así salgo al patio?”, sería un ejemplo.

Más allá del agotamiento que puedan provocar, hay que asumir una actitud positiva frente a estas preguntas, que pueden referirse a temas tan sencillos como cuestiones cotidianas o temas complejos y trascendentes como el sentido de la vida, la muerte, la sexualidad, etc.

Devolver la pregunta es una buena técnica para los chicos muy “preguntones”. El “¿Y a vos qué te parece?” puede obligarlos a pensar, a plantear sus hipótesis y a animarse a no esperar que las respuestas lleguen siempre del afuera, sin tener que trabajar un poquito para obtenerlas.

En la medida en que van siendo más grandecitos, proponerles buscar la respuesta a su pregunta en un libro, un diccionario, en Internet o visitando un museo son opciones mucho más enriquecedoras que abren un panorama mucho más abarcador que la pregunta misma. Así, también se les están brindando herramientas a los chicos para que sepan adónde se puede recurrir cuando necesitan averiguar algo, para que, más adelante, puedan hacerlo solos.

Si en algún momento hacen una pregunta fuera de lugar, que incomoda a alguien o por algún motivo no se desea responder, hay que darles una breve explicación: “Eso te lo voy a contestar cuando lleguemos a casa”, “Ahora estoy cansada, después seguimos con las preguntas”. Nunca darles a entender que molestan ni decirles que se callen.

Siempre hay que tener presente que forman parte de un desarrollo normal y que la curiosidad es un valor y no un problema, es una cualidad muy preciada que va a significar mucho en sus posibilidades de aprendizaje cuando llegue la hora de ir a la escuela y, de hecho, en todo momento y a lo largo de toda su vida.

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