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La tartamudez: un trastorno del habla

El comienzo de la tartamudez ocurre entre los 2 y los 5 años de edad y éste puede ser gradual o repentino.. Cuando esto sucede, es importante consultar a un profesional que oriente los padres sobre el mejor modo de actuar para ayudar al niño.

La tartamudez es un trastorno en el ritmo del habla donde el niño al hablar, repite sonidos, sílabas, palabras, partes de palabras o frases. Preferentemente se la llama “disfluencia” que es exactamente lo mismo pero no genera un diagnóstico que puede ser erróneo porque depende de la edad del niño para que esta dificultad sea patológica o forme parte del desarrollo normal.

Por lo general, la tartamudez se inicia entre los 2 y los 5 años de edad –ya que es en esa etapa cuando el niño está adquiriendo estructuras de lenguaje muy complejas- y se desarrolla gradualmente, aunque su aparición también puede ser repentina.

Hace un tiempo se pensaba que la causa de este trastorno era puramente emocional, pero hoy en día se sabe que hay factores genéticos que intervienen en la predisposición a tartamudear y que, en interacción con multiplicidad de otras variables del medio en el que crece el niño, pueden llevara  que aparezca la tartamudez.

Muchas veces el alerta por la disfluencia llega desde la escuela, ya que el niño pasa allí muchas horas y el docente con experiencia puede comparar su forma de hablar con la de otros niños de su edad y darse cuenta si hay alguna dificultad, cosa que, a veces, a los padres les cuesta más.

La disfluencia afecta a los chicos desde lo social, por ejemplo, por las burlas que puede sufrir en la escuela. Lo importante es cuidar la actitud hacia ellos desde la casa, para no generar una movilización negativa en los chicos: cuando los padres le dicen al niño que no lo entienden, lo obligan a repetir y le piden que se apure, en vez de ayudarlo asientan el problema.

Si bien es cierto que la disfluencia de un niño genera ansiedad en el adulto, lo importante es que tanto los padres como los maestros puedan tomarse el tiempo necesario para escucharlo, sin apurarlo ni pedirle que repita lo que dijo. Es fundamental centrar el interés en lo que dice el niño, en lo que quiere comunicar, y no en la forma en que lo hace. Valorar sus logros en todos los ámbitos y aprovechar los canales de comunicación fuera del lenguaje es muy importante para que el niño sienta que, de alguna manera, puede lograr una comunicación exitosa: las caricias, los mimos y los juegos corporales son bienvenidos.

En la escuela es importante que el docente pueda hablar con el niño, decirle que él sabe de su tartamudez , pero que no va a dejar de hacerlo participar en clase, aunque sí le dará sus tiempos y se ocupará de que sus compañeros lo respeten de la misma forma. Con el resto del grupo se puede trabajar el respeto por las diferencias, hablar de que todos tenemos dificultades en algunos aspectos: a algunos les cuesta matemática, otro no es bueno para los deportes o para la música… y otros pueden necesitar más tiempo para expresarse.

Cuando los padres notan algo que les llama la atención en la forma en que se comunica su hijo, la consulta siempre es oportuna, más allá de la edad del niño. Lo importante es que puedan ser orientados por un profesional para tomar una conducta preventiva o para que el profesional evalúe si es necesaria una intervención, porque, por ejemplo, a los 3 años se interviene con los padres, porque puede haber una base emocional, además de la predisposición familiar que también puede incidir.

En el tratamiento es importante el accionar interdisciplinario en donde muchas veces no solo es necesaria la intervención fonoaudiológica sino que hay que complementar con tratamiento psicológico.

La tartamudez es manejable, pero el tratamiento que se indique y su evolución son únicos en cada paciente y dependen de cada caso en particular.

Y si bien la tartamudez no se puede prevenir, sí se puede hacer todo lo posible para generar en la casa un clima de comunicación fluido, a nivel de lenguaje y a nivel corporal, mantener a los chicos revalorizados, estar atentos a ellos, dedicarles tiempo y llevarlos al pediatra para controles de rutina y para consultarle por cualquier duda que surja, él sabrá si hace falta la derivación a algún especialista.

 

 

 

Asesoró: fonoaudióloga Carina Spierer

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