Pasar al contenido principal

Ser madre primeriza

Nos preparamos durante nueve meses para la llegada de nuestro bebé y al fin nos convertimos en madres. ¿Qué cambios nos esperan en esta nueva etapa de nuestra vida?

Nueve meses esperándolo, deseándolo, imaginándolo, soñándolo, sonriendo de solo pensar en su carita y en su piel suave y, de pronto, nos encontramos esperando, deseando, imaginando y soñando con cinco minutos de paz mientras ese bebé que tanto queremos -o pensamos que "deberíamos" querer más- empieza a llorar desconsoladamente en brazos de ese padre que por ahora sigue sin entender mucho, como nosotras, claro, pero sin la exigencia del famoso “instinto materno” que debería ayudarnos a resolver situaciones como estas en las que no hay manera de calmarlo. ¿Acaso nos equivocamos al ilusionarnos con algo distinto? ¿Esto siempre será así?

No nos equivocamos al fantasear o ilusionarnos con algo totalmente distinto, es normal y es necesario que durante el embarazo las mujeres fantaseemos con un bebé que siempre será idealizado. Esta es la manera de apropiarnos de la maternidad y afrontar armoniosamente cada cambio en nuestro cuerpo. Y aunque creamos que por haberlo llevado en nuestro vientre nueve meses o que por el solo hecho de ser mujeres deberíamos saber por qué está llorando tanto, qué necesita o cómo calmarlo la realidad es que no lo conocemos aún y que el tiempo que pasemos con él es el que nos dará respuestas y alimentará ese cariño que irá creciendo a pasos agigantados hasta desbordarnos.

Mientras tanto, lejos de lucir divinas, rozagantes y delgadas como las mamás de las revistas, todas nuestras energías y nuestro cuerpo estarán a disposición de ese bebé que depende tanto de nosotras para vivir, y eso es lo normal.

 

Los prejuicios y la maternidad


¡Qué claro teníamos todo antes de convertirnos en madres! “Cuando sea madre no voy a hacer esto ni lo otro, lo voy a criar así y no así, no voy a hacer lo mismo que esos padres o que mis padres, va a dormir aquí y no allí, va a comer esto y no aquello…” y así infinidad de preconceptos o prejuicios que teníamos superdefinidos hasta que lo escuchamos llorar por primera vez y todo se vino abajo, obligándonos a construir desde cero.

Es que de eso se trata, de ser más flexibles para, aún manteniendo valores, parámetros y estructuras que nos dan seguridad, reinventarnos, innovar y vincularnos con ese nuevo ser, nuestro bebé, de una manera única e irrepetible.

Hay tantas maneras de criar como padres e hijos en el mundo, con algunas nos sentiremos más identificadas que con otras, pero solo sabremos sobre la marcha cuál funciona mejor y se adapta a nosotras como madres, a la pareja como padres, y a nuestro hijo como individuo.

 

Los otros y la madre primeriza


Hasta hace unos días, la panza era nuestra jurisdicción, pero ahora que el bebé está afuera, pareciera que todos saben más que la “madre primeriza” y es común escuchar frases como: “Tal vez tenés poca leche y por eso llora”; “¿Por qué le das mamadera si el pecho es lo mejor?”; “No le hagas tanto upa que se va a acostumbrar”; “Este nene está demasiado abrigado”; “Este nene está desabrigado”, entre otras.

Dependiendo de lo vulnerable que nos sintamos -y teniendo en cuenta que en el puerperio la vulnerabilidad es característica-, estas frases pueden hacernos dudar de nosotras mismas y de nuestras capacidades como madres. Sin embargo, muchas veces se trata de cómo nos dan estos consejos más que del consejo en sí mismo, que a veces puede servirnos. Por eso, si nos tomamos estas sugerencias como lo que son, solo sugerencias, evitaremos angustiarnos o enojarnos con los que tal vez quieren ayudarnos (aunque tal vez no encuentren la mejor manera para nosotras de hacerlo).

Por otro lado, todas las madres somos nuevas aunque tengamos más hijos, porque cada niño es único y hay que conocerlo, y a veces, en medio de este panorama, buscar parámetros afuera puede darnos más seguridad, sobre todo si vemos a las personas que nos aconsejan como "padres expertos o ideales".

De todas maneras, no hay que perder de vista que no hay nada mejor que la conexión con una misma y con el bebé para saber qué modificar o descartar. Errar varias veces hasta acertar, es parte del acto creativo de ser madre.

 

¿Qué pasa en la pareja cuando llega un hijo?


Si las ojeras amenazan con hacerse crónicas después de meses sin dormir, hablamos con nuestra pareja solo de las tareas que le tocan a cada uno y la pasión quedó guardada en el fondo del cajón, junto con esa prenda al cuerpo que por un largo tiempo no volveremos a usar, estamos en el camino que habitualmente transitan los flamantes padres.

Ahora, la prioridad es ese pequeñito que nunca hubiéramos imaginado que nos iba a insumir tanto tiempo y energía física y mental. Los momentos de encuentro con la pareja son ínfimos y, cuando se dan, estamos tan agotadas que lo único que queremos es poner la mente en blanco por un rato hasta el próximo llanto, la próxima teta, el próximo pañal o la próxima obligación.

Se trata de un tiempo de “donación” donde casi inconscientemente dejamos de lado a la pareja y al propio narcisismo para darle todo al bebé. Pero esto no es para siempre, pronto pasará y mientras tanto habrá que “renovar contrato” en la pareja, revisar las funciones que venía cumpliendo cada uno y recalcular, como un GPS vital, hasta encontrar el camino más adecuado que se adapte a las necesidades de esta nueva familia.

A medida que nuestro pequeñito vaya adquiriendo cierta independencia, podremos ir recuperando espacios propios y de la pareja y reencontrarnos distintos, pero juntos y en la misma sintonía.

 

Yo, pero distinta


Después de tantos cambios, ¿volveremos a ser las mismas en algún momento? Tal vez mejores, tal vez más maduras, tal vez más responsables o menos exigentes con nosotras mismas, pero luego de semejante sacudón es imposible que volvamos a ser las mismas, porque antes no éramos madres, y ahora sí...

 

Asesoró: Lic. Ivana Moyano, Psicóloga,
especialista en maternidad y puerperio. Puericultora.
Autora de Volvernos Padres


 

Parto y Lactancia Postparto y puerperio