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Una mirada crítica acerca del ADD (trastorno por déficit de atención)

Hoy en día nos inquieta el cada vez más creciente número de niños y adolescentes que reciben el diagnóstico de ADD.¿A qué se debe este aumento?

La historia del ADD (trastorno por déficit de atención) y del ADHD (trastorno por déficit de atención con hiperactividad) se inicia a principios de siglo, desde 1902 y hasta 1950, cuando algunos médicos "descubren" determinados problemas de conducta y/o escolares (inquietud y desatención) en sujetos que padecían de enfermedades médicas demostrables (Encefalitis, pacientes psiquiátricos, etc); e interpretan que detrás de dichas conductas debería haber algún tipo de desorden orgánico que las causara. Al observar conductas similares en niños "normales", por transferencia adjudicaban la misma interpretación.

Luego en 1955, aparece un claro intento de definir y encontrar un nombre para estas supuestas "lesiones": desorden de impulso hiperkinetico, dishabilidades de aprendizaje, hasta llegar en 1966 a una definición más global: disfunción cerebral mínima. Aunque los investigadores mismos asumían la improbabilidad y presunción de estas definiciones (no tenían una manera directa y evidenciable de demostrar una lesión que tuviera que ver con las conductas y problemas de aprendizaje), sus documentos fueron tomados hasta el día de hoy como válidos y claves para basarse en las posteriores investigaciones en relación al tema y a sus diversas designaciones. Desde ese momento se avaló la aceptación de ciertas categorías del comportamiento como indicios válidos (SINTOMAS) para definir estos "síndromes". Algunos "síntomas" eran: "Torpeza", "chupeteo del pulgar", "comerse las uñas", "interrumpir una conversación", "no aceptar consignas"...

Surgió entonces una gran estructura formada por médicos, laboratorios, padres y agentes de educación y salud, que avalaban y daban por hechas dichas denominaciones como certeras. Como consecuencia, las definiciones fueron extendidas y transformadas hasta abarcar cada forma de disconformidad social y académica. La posibilidad de encontrar una conexión real con un daño cerebral se hizo más oscura.

Acarreando con esta oscuridad diagnóstica en 1980, la Asociación De Psiquiatría Americana, anuncia formalmente la existencia del Síndrome Desatencional (SDA); síndrome en el cual lo central sería el trastorno de la atención, pudiendo o no acompañarse de actividad.

Hoy en día nos inquieta el cada vez más creciente número de niños y adolescentes que reciben el diagnóstico de ADD.

Tiempo atrás esos niños serían probablemente denominados "hiperactivos", "hiperkinéticos" o "D.C.M." Los efectos de aquellos supuestos diagnósticos, otorgados ligeramente eran peligrosos. La mayoría de las veces sólo implicaban darle un nombre, que remitía a una enfermedad, a rasgos de los niños que incomodaban a los adultos (padres o maestros). Hoy, aquel comodín explicativo ha cedido lugar al ADD.

Sin embargo, cabe destacar que un niño puede estar inquieto por múltiples motivos y la mayoría de las veces, la inquietación o mismo la hiperactividad de un niño puede estar indicando:

  • o una inteligencia despierta, activa, cuestionadora y falta de respuesta a la misma en el medio familiar y/o escolar;
  • o un llamado inconsciente de atención en relación a diferentes problemas de orden psicológico o psicopedagógico, que deberían ser escuchados cuidadosamente.

Es cierto que también puede responder a patologías orgánicas que requerirían de alguna medicación, como complemento al abordaje terapéutico interdisciplinario. Pero tales patologías, (entre las cuales puede estar la tal llamada ADD) son muy variadas y siempre deben ser diagnosticadas con profundidad e interdisciplinariamente.

Desde hace tiempo observamos una generalización abusiva del diagnóstico ADHD y del consiguiente suministro de medicación, llegando al extremo -por parte de algunos profesionales- de indicar su uso "a modo preventivo", "por si el niño/a llega a tornarse distraído...". Así como tenemos constancia de alguna escuela donde la maestra, a media mañana, anuncia a los niños que: "llegó la hora de la pastillita" y la distribuye entre el grupo de sus alumnos a los que se le ha recetado.

Por estos motivos, es que desde hace un tiempo, venimos trabajando en un grupo abierto de investigación sobre esta temática.

 

Alicia Fernández y Jorge Gonçalves da Cruz de E.PSI.BA 

 

Planeta Mamá publica este artículo con autorización de Epsiba. La reproducción total o parcial del mismo se encuentra prohibida, en cualquier formato.

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