Mi hijo de 22 meses es muy travieso: no nos hace caso cuando lo retamos y a veces pega.
Los niños de esta edad necesitan constatar y asegurarse de que aún son chiquitos y que hay cosas que pueden y muchas otras que no pueden hacer.
Cuando nuestro hijo se enoja, generalmente es cuando una situación lo supera, y no soporta no poder o que no lo dejen hacer lo que quiere. Es así que hace un berrinche, o se defiende primitivamente, porque aún no tiene las palabras para expresar su descontento o su bronca. Es una expresión inmadura de las emociones, pero normal para la edad.
Como padres, primero tenemos que entender esto, y no enojarnos con su enojo. Debemos aprender a sobrellevarlo con firmeza, paciencia y tolerando y sosteniendo el límite que pusimos, y no echarse atrás. No reaccionar inmediatamente, pero sí, mantener el no.
No permitir que muerda o pegue y especialmente hablarle mucho y decirle lo que esperamos de él.
No es recomendable darle chirlos, ni dejarlos solos en penitencia mucho tiempo. El chirlo es una manera de frenar una situación tan bruscamente como la impotencia que a veces nos asalta como papás, y que debemos dominar, con responsabilidad, sabiendo que si bien nos alivia como adultos, no ayuda para nada a que nuestro hijo comprenda los límites y los pueda aceptar.
Algunos chicos, luego del berrinche, necesitan que los abracen, otros no quieren que los toquen ni los miren. Habrá que esperar.
Podemos decirle que lo entendemos y entendemos su enojo, pero que para algunas cosas es chiquito y que tampoco vamos a permitir que nos lastime.
Tener presente que nada de lo que hagamos es neutro a sus ojos y a sus oídos, es fundamental.