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¿Cómo hablar con los chicos cuando hay problemas familiares?

Si mamá se lleva mal con su suegra o papá con su hermano, los chicos lo perciben. A veces, incluso, presencian discusiones y peleas. ¿Cómo manejarse en estas situaciones?

A veces los padres suponen que los chicos duermen, o no escuchan, o no se dan cuenta, pero la verdad es que registran mucho más de lo que los adultos piensan y, por eso, si no queremos que se enteren de determinadas situaciones, lo mejor es no hablar delante de ellos ni pensar que no escuchan una discusión porque duermen. De todas formas, aunque no escuchen nada directamente, las actitudes y los “climas” son rápidamente registradas por los chicos.

Si el niño ve a la mamá llorando mientras habla con la abuela, o escucha a los padres discutir por el comportamiento de otro miembro de la familia, rápidamente entiende lo básico y tiene una percepción de la situación: lo fundamental en estos casos es confirmarle las percepciones a los chicos: no se trata de cometer un sincericidio, pero si un chico ve a su mamá hablar por teléfono y llorar, le pregunta si está triste y la mamá le dice que no, que llora de emoción, esto confunde al chico y lo hace dudar de sus propias percepciones, porque confía más en lo que le dice el adulto que en lo que percibe él mismo.

Es fundamental confirmar las percepciones de los chicos cuando éstas son reales para que, a lo largo de toda su vida, pueda tener confianza en sí mismo, en lo que percibe, y darle el crédito suficiente a sus sentimientos, sin dejar que sean minimizados por otro.

Si la familia va de visita a la casa de un pariente con quien uno de los padres está peleado y le dicen al chico que esa persona no va “porque le duele la panza”, no es lo mejor. Seamos claros: “Mamá prefiere no ir porque está peleada con el tío”, es mejor que una mentira que al chico lo dejará confundido.

Por eso, la idea es evitar las mentiras obvias: es mejor confirmar la percepción del chico, decirle que sí, que lloramos porque estamos tristes porque discutimos con la abuela, o porque nos peleamos con el tío. Eso sí, conviene evitar los detalles “escabrosos” de la pelea.

Por otro lado, el hecho de que los adultos tengan diferencias no debe afectar el vínculo con los chicos: aunque no nos llevemos bien, no tenemos que olvidar que son los tíos, los abuelos de los chicos. Uno como adulto no puede obstaculizar el vínculo -excepto, por supuesto, que se trate de un abusador o maltratador, y en ese caso se va a preservar al chico-, pero si es una cuestión de enemistades, hay que explicarle que papá y la abuela no se hablan, porque se pelearon, pero que ellos pueden seguir yendo a visitarla o saliendo a pasear con ella. Hay que evitar que los chicos tengan que elegir entre uno y otro, o que actúen como “aliados” de una persona en contra de otra. Preservar el vínculo y dejar que el día de mañana ellos evalúen y elijan es lo mejor en estos casos.

Y más allá de esto, pensemos en el ejemplo que les estamos dando a nuestros hijos, porque a veces hay una gran diferencia entre lo que se dice y lo que se hace, que para los chicos es muy notoria, porque nos miran más de lo que nos escuchan. Por ejemplo, decirle que hay que respetar a los demás e insultar a una persona con la que estamos discutiendo, no va a enseñarle justamente respeto.



Asesoró: Cristina Castillo, psicoanalista, terapeuta de pareja
y familia y miembro del Centro Fernando Ulloa.

Niños Psicología del niño y la familia

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