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¿Qué son los linfomas?

Esta enfermedad maligna que se desarrolla en el sistema linfático crece rápidamente y ya afecta a más de un millón de personas en el mundo. Aquí, qué tipos existen, cómo se detecta, cómo se trata y cuáles son los cuidados necesarios para vivir con Linfoma.

Un linfoma es un tumor y “linfoma” es un término general que se utiliza para referirse a las enfermedades malignas del sistema linfático, el cual forma parte del sistema inmunológico del organismo. Este último está formado por una compleja red de órganos linfáticos, que incluyen la médula ósea, el timo y el bazo.

El sistema linfático tiene un líquido llamado linfa que transporta nutrientes, desechos y células blancas (linfocitos) por todo el cuerpo. Cuando estos linfocitos se multiplican de manera anormal o no mueren cuando deberían, pueden reunirse en los ganglios linfáticos y formar tumores.

Los subtipos de linfomas se dividen en dos categorías: Linfoma de Hodgkin o enfermedad de Hodgkin –que se da en gente joven y después en personas mayores- y Linfoma No Hodgkin (LNH) –que aparece en niños y adultos de mediana edad-. El primero es poco frecuente y el segundo se divide, a su vez, en más de 30 subtipos que se organizan en dos grupos de acuerdo a la velocidad de crecimiento del tumor:

Indolente o de bajo grado: las células tumorales se multiplican lentamente, lo que dificulta le diagnóstico inicial. Los pacientes con esta clase de linfoma pueden vivir muchos años con la enfermedad, aunque cuando se encuentra en estadios avanzados no tiene cura con el tratamiento actual.

Agresivo o de alto grado: las células tumorales se multiplican rápidamente. Si el paciente no recibe tratamiento a tiempo, la enfermedad puede ser mortal en un plazo de seis meses a dos años. Ahora, si se aplica a tiempo un tratamiento adecuado, se puede lograr la curación.

En este país se detectan mil ochocientos casos nuevos por año y en el mundo la enfermedad está a punto de convertirse en la quinta causa de muerte por cáncer y en la tercera causa de muerte por cáncer en los niños a nivel mundial.

Aunque la causa primaria no se conoce, las investigaciones han permitido conocer cada vez más los mecanismos celulares y moleculares que conducen a la aparición de un linfoma y se los ha relacionado con factores ambientales y con ciertos productos tóxicos. Sin embargo, no se ha demostrado una relación directa con ninguno de ellos. Se sabe que las personas con un déficit en la inmunidad, tanto congénito como adquirido (por HIV, en pacientes receptores de un trasplante de órganos, etc.), presentan un mayor riesgo de ser diagnosticados de linfoma. Esto se ha relacionado con un fallo en los sistemas de defensa del propio organismo. 

El síntoma más característico que puede determinar la presencia de un linfoma es el crecimiento de un ganglio linfático, lo que se conoce como adenopatía. Estas adenopatías suelen ser indoloras y no causan molestias, por lo que, salvo al tacto, pueden pasar desapercibidas durante largo tiempo o, por el contrario, pueden evidenciarse como hinchazón en el cuello, la axila o la ingle.

Entonces, los signos a tener en cuenta para diagnosticar a tiempo un linfoma son la hinchazón indolora del cuello, la ingle o la axila –aunque a veces esto pasa desapercibido porque se trata de ganglios internos-, la sudoración nocturna y la aparición de una febrícula de 37,2/37.4 al atardecer o a la noche. También hay que estar atentos a la pérdida de peso, al cansancio, a la tos y agitación al respirar –que se da cuando los ganglios afectan los pulmones- y a la picazón en todo el cuerpo, por la cual los pacientes suelen ir al dermatólogo y empiezan a deambular hasta que dan con el diagnóstico adecuado.

La mayoría de los ganglios linfáticos agrandados son normalmente una reacción a infecciones y no un cáncer. Sin embargo, el médico puede sospechar de un linfoma al encontrar ganglios linfáticos agrandados durante un examen físico o por una prueba de diagnóstico por imágenes (por ejemplo, una radiografía de tórax) en ausencia de otra explicación como podría ser una infección en un área cercana.

Los primeros estudios van a basarse entonces en la comprobación de un linfoma o el descarte del mismo. En el caso de confirmarse el diagnóstico, se realizan otras exploraciones para conocer la extensión de la enfermedad, lo que se conoce como estadificación del linfoma.

La biopsia ganglionar, que consiste en el estudio microscópico del tejido ganglionar implicado, es la única técnica válida para diagnosticar el linfoma y conocer su tipo exacto. A partir de los resultados de la misma se determina el tratamiento a seguir.

El estudio de extensión se realiza una vez diagnosticado el linfoma y consiste en una serie de exploraciones que permiten conocer la extensión de la enfermedad y determinar su estado evolutivo.

Como en muchos casos de linfoma el tratamiento incluye quimioterapia y radioterapia, y muchas veces la enfermedad aparece en personas jóvenes que en un futuro desean ser padres, existe la posibilidad de criopreservar tanto el semen como los óvulos.

Conocer los tratamientos disponibles y tener acceso a consejos prácticos para vivir con la enfermedad y mejorar la calidad de vida del paciente, es un buen modo de ganar confianza ante el diagnóstico de un linfoma. Entender la enfermedad es el primer paso para aceptarla y superarla.


Asesoró: Haydée González, presidenta de la organización Linfomas Argentina