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¿Qué tener en cuenta antes de encarar una reforma en el hogar?

En todas las casas hay arreglos pendientes y sus dueños tratan de ir llevándolos adelante con el menor trastorno posible. Sin embargo, cuando se trata de abrirles la puerta a obreros y pintores, hay que prepararse para vivir un tiempo en el caos.

Una reforma en el hogar comienza, por lo general, con una necesidad y una idea para satisfacerla. Esa etapa es la más sencilla y, también, la más agradable, ya que todo pasa por el terreno de la fantasía y la creatividad.

El problema se presenta cuando se comienza a llevar adelante lo imaginado. Las posibilidades reales de la vivienda y de las finanzas de sus propietarios suelen ser los primeros obstáculos que se presentan: los metros no alcanzan para agregar un baño o los números no dan para pagar lo que cuesta hacerlo.

Al planear una reforma es importante pensar en el momento que atraviesa la familia: por ejemplo, si están esperando un bebé, si están por empezar las clases o si los chicos están por empezar las vacaciones y van a quedarse todo el día en casa. Tener en cuenta si los tiempos de la reforma van a incluir algún período de vacaciones en el que la familia deba dejar la casa y planear qué hacer en el caso de tener un animal doméstico. Hay momentos que son menos adecuados que otros para abrirles la puerta a obreros y pintores.

Pensar si se puede hacer esa inversión y si hay un margen disponible por los gastos imprevistos que suelen aparecer en toda reforma es otra previsión importante, así como pedir más de un presupuesto y no quedarse con el proyecto de un solo profesional.

En las reformas grandes se hace imprescindible el acompañamiento de un arquitecto, pero en las más chicas, en algunos casos es posible que los dueños de casa coordinen el trabajo de los distintos gremios. Para decidir si se va a contratar o no a un profesional, habrá que evaluar los conocimientos, la capacidad para manejar gente y el tiempo disponible de los dueños de casa.

Aunque se contrate a un arquitecto, los dueños de casa deben realizar una supervisión permanente de la obra para garantizar el cumplimiento de los tiempos, de los gastos pautados, los materiales que se colocan, etc. Siempre es mejor ver un defecto o un error durante el proceso de la reforma y no una vez que los trabajadores se fueron.

Los cambios en la casa pueden ser superficiales y pasar por un simple lavado de cara renovando la pintura o por una reforma estructural que incluya voltear paredes, para la que va a hacer falta contar con el plano original de la vivienda para saber qué paredes y/o columnas son las que sostienen la estructura y no se pueden tocar, así como el recorrido de las instalaciones de gas, agua y luz.

En el caso de que la reforma sea estructural, el consejo profesional es fundamental para no cometer errores graves que hasta pueden afectar la seguridad de la familia que habita la vivienda.

Una vez confirmado el proyecto, hay que avisarle a los vecinos, en especial a los que viven abajo y al lado para que sepan que va a haber golpes, ruido, tierra y escombros y para demostrar la buena voluntad para hacer las cosas de la manera más prolija y cuidadosa posible.

Habrá que decidir, según la duración y la envergadura de la reforma, si la familia va a permanecer en la casa durante el tiempo que duren los trabajos: a veces la opción de mudarse a casa de algún familiar o amigo es una opción para tener un espacio que no esté invadido por el polvo. Otra posibilidad –pero que ya implica un gasto extra- es la de recurrir a un hotel o a un departamento alquilado durante el período de trabajo.

Ya sea que la familia se quede o se vaya, la paciencia y la capacidad de adaptación va a hacer la diferencia que permita soportar mejor todas las molestias que supone tener la casa en obra.