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Características de los 5 años

A esta edad tu hijo ya domina su cuerpo y disfruta de las actividades físicas así como de los juegos corporales que incluyen reglas, puede y quiere hacer cada vez más cosas solo.

El tema de la escolaridad adquiere gran importancia y muchos padres deciden hacer un cambio de escuela porque el jardín al que están mandando a su hijo no tiene primaria o porque prefieren una institución más grande… ¡Qué tarea, la de elegir escuela! Los que se quedan en el mismo colegio, igual enfrentan desafíos y un gran cambio: “egresar” del jardín va a ser un cierre que suele implicar un duelo para los chicos… y para los padres.

Sin duda, tu hijo ya es un “niño grande”: va al jardín, puede poner la mesa, hacer su cama, regar las plantas, lustrar zapatos, seguir instrucciones complejas de 3 o 4 pasos, elige qué ponerse, es autónomo para higienizarse, empieza a tener sus “compromisos sociales” –invita y es invitado- y ya desarrolló un lenguaje completo con el que construye frases que le permiten conversar fluidamente. Es claro que ya no es un bebé ni habla con “media lengua”; sin embargo, puede ser que tartamudee un poco, use la “z” en lugar de la “s”, que le cueste pronunciar la “r” o incluso que cambie la “s” por la “t”. Hay que estar atentos –y comentarlo con el pediatra- pero tranquilos, la mayoría de estas problemáticas se resuelven naturalmente alrededor de los seis años.

Las expresiones “el tuyo”, “el suyo” y el “mío”, los adverbios de tiempo “hoy”, “ayer”, “mañana”, “ahora” y “enseguida”, así como las relaciones causales del tipo “él gana porque corre muy rápido” reflejan la madurez del niño, que ya entiende más de dos mil palabras e incrementa su vocabulario día a día.

A nivel físico, tu hijo ya desarrolló la conciencia de su propio cuerpo, aumentó su equilibrio, tiene mayor control sobre sus movimientos, salta sin dificultad, se para y salta en un pie, puede saltar de una mesa al suelo, puede alternar distintos ritmos de desplazamiento (caminar, correr según indicaciones sonoras, como una pandereta), puede reptar esquivando obstáculos, maneja la articulación de la muñeca… en síntesis: ¡ya está listo para que le regales su primera bicicleta “de grande”!

Tu hijo domina su cuerpo y disfruta de las actividades físicas así como de los juegos corporales que incluyen reglas (la mancha, por ejemplo) y que serán la base de los deportes, los juegos reglados por excelencia.

En estos juegos es necesario aprender y respetar determinadas normas y acciones, y tu hijo ya está listo para hacerlo. Esta aceptación implica la posibilidad de establecer relaciones de reciprocidad y cooperación con los otros, respetando su punto de vista.

El desarrollo de estos juegos depende en gran medida de la estimulación que reciba le niño y de los modelos que vea en el medio que lo rodea.

Tu hijo se encuentra en la etapa de juego socializado y por eso comparte situaciones de juego y materiales, juega con grupos más numerosos en los que aparecen “líderes” y se forman “pandillas”, es muy común que surja la expresión “mi mejor amigo”, aunque éste cambie semana a semana. Le gusta participar y cooperar para mantener la unidad grupal: respeta los turnos y escucha y exige que los demás también lo hagan. Cada vez se acentúan más las interacciones: aparecen asociaciones, convenciones recíprocas y regulaciones de la actividad que constituyen el inicio de la organización colectiva.

Así como puede aprender y recordar las reglas de un juego, es importante que tu hijo sepa su nombre y apellido, dirección y teléfono, por cuestiones de seguridad. Ya es momento de que conversen acerca de la importancia de no hablar con extraños ni aceptar nada de ellos, y que si alguna vez se pierde debe entrar a un negocio a pedir ayuda y no dirigirse nunca a alguien que camina por la calle.

Tu hijo puede y quiere hacer cada vez más cosas solo: estirar su cama, atarse los cordones, limpiarse la cola solo -si todavía no lo hace- prepararse un desayuno frío (aunque hay que ser pacientes porque puede haber derrames), armar su mochila para el jardín (aunque conviene que supervises que no olvide nada), juntar sus juguetes, pasar un trapo sobre los muebles y hasta barrer si dispone de escoba y palas adecuadas a su tamaño.

Resistí la tentación de intervenir inmediatamente frente a las cosas que le cuestan porque eso puede reforzar la dependencia: está aprendiendo y las cosas le llevan más tiempo que a alguien experimentado... ¡pero practicar es la única forma de convertirse en experto! Si algo no le sale, lo mejor es decirle que estás orgullosa de él por hacer el esfuerzo y volver a intentar en otro momento. No vuelvas a hacer lo que él hizo porque no le quedó perfecto: por ejemplo, se va a dar cuenta si siempre volvés a hacer la cama y eso afectará su autoconfianza.

Para fomentar su autonomía y sus momentos de actividad a solas, es importante que tu hijo tenga libros, lápices, hojas y juguetes al alcance de su mano. Las tijeras y el pegamento pueden estar más altos, para que los use sólo mientras lo supervisás


Cuándo consultar al pediatra


Los niños desarrollan distintas destrezas en distintos momentos, pero si tu hijo se resiste a intentar las tareas que le proponés o no muestra ningún interés en aprender, conviene comentárselo al pediatra. Seguramente él tendrá alguna sugerencia útil para hacer.

Si a los 5 años a tu hijo le cuesta recordar palabras, nombrarse como “yo”, no habla o dice pocas palabras, no inicia conversaciones espontáneamente ni se muestra interesado cuando otro las inicia, conviene consultar con el pediatra. También si persisten formas inmaduras de comunicación (“media lengua”), si le cuesta explicar algo que pasó en el jardín o utilizar el lenguaje descriptivo.

Si todavía no pronuncia bien la “rr” consultá con el médico, porque si no se resuelven más adelante pueden traerle problemas para leer y escribir en primer grado. En estos casos también es importante pedir una entrevista con la maestra del jardín –si es que no te citaron- para recabar información acerca de lo que sucede en ese ámbito y llegar a la consulta con el pediatra con un panorama completo de la situación. De ser necesario, él aconsejará una consulta con la fonoaudióloga.

 

¿A qué jugamos?
Jugar con pompas de jabón ayuda a fortalecer los músculos de la boca, por lo que es recomendable si hay alguna dificultad en la pronunciación y como es una actividad divertida y estimulante, podés proponérsela a tu hijo: con un vaso con detergente diluido en agua y alambres recubiertos de plástico (se puede comprar de distintos colores) es posible armar burbujeros con distintas formas.
 

Niños Educación y estimulación