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¿Cómo enseñarles a estudiar a los chicos?

¿Cuál es el lugar como padres cuando nuestro hijo estudia? ¿Tenemos que sentarnos a leer con ellos, a subrayar textos, a repetir ideas? ¿Tenemos que tomarles lección?

A medida que los chicos crecen y avanzan en su escolaridad, vamos descubriendo que ir a clase implica más obligaciones y más “tareas para el hogar”. 

“¿No será mucho lo que le están dando? –plantea una madre en el consultorio de la psicopedagoga- ¡Yo no puedo seguir ayudándola, tengo cosas para hacer y estoy dejando de lado mi trabajo para estudiar con ella!”, dice y ahí sí pone el acento donde corresponde.

Porque, ¿cuál es el lugar de los padres de un chico que estudia?, ¿tienen que sentarse a leer con ellos, a subrayar textos, a repetir ideas? ¿Tienen que “tomarles lección”?

Es cierto que cada familia tiene su estilo, pero como premisa general habría que tener en cuenta que el primer aprendizaje que deben  incentivar los padres es el de la autonomía y ponerse a estudiar junto con sus hijos, hacer de nuevo la escuela primaria con ellos y decir “pasamos de grado” no apunta justamente a su independencia.

Enseñar a estudiar, entonces, no debería consistir en enseñar a memorizar ni a hacer resúmenes o cuadros sinópticos, porque de esas cuestiones debe ocuparse la escuela.

Como padres, enseñarles a estudiar a los chicos es enseñarles el ejercicio de la responsabilidad: preguntarles si tienen tarea, pensar con ellos en qué momento de la semana van a encontrar un rato para sentarse a estudiar, ayudarlos a generar el clima adecuado –sin tele, sin música, con buena luz y una mesa ordenada- y a darse cuenta de que el esfuerzo tiene que ser de ellos para que la buena calificación también lo sea.

Por otro lado, hay que tener en cuenta que cuando una madre o un padre se pone a hacer la tarea o a estudiar junto a su hijo, se mezclan las expectativas y los ideales con las que los adultos fantasean y esto puede terminar en peleas o descalificaciones que no le hacen bien a nadie. En cambio, cuando los chicos estudian con un docente que no siente que lo ponen a prueba o que la inteligencia de ese chico va a hablar de cómo se lo crió, la situación suele ir por carriles mucho más relajados.

Y volviendo al consultorio, después de la charla con la psicopedagoga, la madre de la que hablábamos al principio sentenció: “Ah, bueno, entonces a partir de ahora, que se arregle sola, yo no puedo más”. A lo que hay que responderle que tampoco se le puede sacar de golpe a nadie un bastón al que se acostumbró. Por lo tanto, ante estos casos, conviene hablar directamente con los chicos, explicarles en qué nos estamos equivocando como padres, pedirle que sugiera ideas acerca de cómo ir logrando mayor independencia en el estudio y, a partir de esto, ir instrumentando cambios paulatinos.

Hay chicos que frente a esta actitud de los padres van a hacerse cargo y van a encontrar su propio método, su manera particular de enfrentarse al estudio. Hay otros que van a  reclamar atención y que tal vez van a llorar y van a  angustiarse.

En este último caso -y dando por sentado que no es el día anterior a la prueba-, los padres pueden pedir una reunión con la maestra, explicar lo que pasa en casa y ver qué sugiere el docente en relación a ese niño en particular, ya que si bien en algún punto se puede generalizar, todo trabajo en relación al aprendizaje debe ser analizado en el caso por caso.

 

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