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Cómo fortalecer la autoestima del bebé desde su nacimiento

El crecimiento y desarrollo del sistema nervioso central se completa en forma postnatal. El recién nacido debe adaptarse al medio y hacerle frente a sus estímulos con pocos recursos, por eso, un vínculo cariñoso, contenedor y seguro es tan necesario para su autoestima y desarrollo.

El recién nacido tiene un sistema nervioso central inmaduro y su crecimiento y desarrollo se completa después del nacimiento.

Al nacer, el ser humano tiene una ardua tarea: adaptarse al medio. Para hacer frente a los estímulos del medio ambiente cuenta con pocos recursos, está poco equipado: cuenta con sus actos reflejos, como por ejemplo el reflejo de succión que le permite alimentarse (nadie le enseña a chupar), y sus 5 sentidos que ya están desarrollados y son los canales de entrada de información.

Es decir que un bebé depende absolutamente de sus padres para sobrevivir y desarrollarse. Al nacer, ¡ni siquiera puede sostener su cabecita!

Es aquí donde la madre se convierte en un ser fundamental que funciona como filtro y facilitador de la adaptación del bebé. De la calidad de estos vínculos depende el desarrollo personal del pequeño.

Muchas madres mantienen una lucha entre la necesidad intuitiva de tener a su bebé en brazos y lo que la sociedad, la familia o la cultura esperan de ellas y consideran "normal". Pero si la mamá logra escucharse, confiar en sí misma, comprenderá las necesidades de su bebé de manera intuitiva y podrá satisfacerlas gracias a esta relación especial que se establece entre madre e hijo.

Esta díada mamá-bebé, brindará las primeras experiencias vivenciales que serán las bases de una personalidad integrada.

Un niño, para pasar de la absoluta dependencia inicial a una progresiva independencia, necesita que en una primera etapa su mamá esté a disposición de él, a “merced” de su bebé. 

El bebé, antes que nada, debe sentirse seguro. Por ejemplo, cuando la madre juega con su bebé permite que él pueda, poco a poco, introducir su propia manera de jugar. Para poder jugar solo, primero mamá tiene que estar presente.

A su vez, la mamá va introduciendo pequeñas experiencias de frustración, tiempos de espera, distancias para que el niño pueda ir volcando y descubriendo su personalidad, sus posibilidades de llegar a un logro, y pueda descubrirse como un ser diferente de su madre.

Un niño que recibe afecto se siente valorado y merecedor, y así se fortalece su autoestima. Un niño seguro, cuyas necesidades fueron atendidas en tiempo y forma, sabe que su mamá está y puede jugar tranquilo. Un niño que siente el riesgo de perder a su madre está más pendiente de que no se vaya y es más inseguro y demandante.

Es decir que la madre, desde esa primera etapa de fusión con su bebé, de atención de sus necesidades, de juego con él, es quien le brinda la confianza que necesita para poder, poco a poco, ganar independencia.

El mejor camino para la estimulación y para lograr un ser independiente y seguro es prestarnos como guías y facilitadoras, observando al bebé y acompañándolo en cada una de sus etapas.

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