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Cuando los niños mienten después de los seis años

Los que dicen que los chicos no mienten, deberían observar más atentamente. Porque algunos más, otros menos, la mayoría hace uso –en algún momento- de este recurso que necesita de la inteligencia y que debe ser analizado por los padres antes de dejarse llevar por el enojo.

Hasta los seis años la mentira puede ser inconsciente: antes del ingreso a la primaria, los chicos confunden realidad y fantasía, debido a las características del pensamiento de esa edad, que es mágico y fabulador.

Pero alrededor de los seis años los chicos ya saben qué es lo que está bien y qué es lo que está mal y conocen las normas de funcionamiento de su casa y de la escuela.

Entonces, la mentira puede ser deliberada y estar al servicio de un objetivo, como evitar un "no" por parte de los padres, tratar de no ser un castigados por algo que hicieron o de llamar la atención relatando proezas increíbles.

Ocultar una nota en el cuaderno de comunicaciones que dice que se portó mal en el colegio o negar su responsabilidad por haber roto algún adorno de la casa son algunas de las mentiras más comunes de los chicos en edad escolar que quieren evitar el enojo de sus padres y, tal vez, la "penitencia". En la escuela pueden mentirle a la maestra para explicar de alguna manera por qué no hicieron la tarea o por qué no estudiaron y en casa pueden decir que no tienen tarea o que no tienen que estudiar cuando en realidad sí deben hacerlo. También es posible que, en su afán por sentirse valorados y por llamar la atención de sus padres, maestros o compañeros, "agranden" algunos hechos y que se presenten casi como superhéroes.

 

¿Qué hacer con las mentiras?

Como padres es importante, en primer lugar, no mentirles a nuestros hijos ni hacer de la mentira un recurso cotidiano, porque ellos pueden verlo y tomarlo como modelo.

Ahora, con los chicos en edad escolar también hay que conversar acerca de que no siempre se puede decir la verdad tal como es. Porque tampoco se trata de cometer "sincericidios" y decir siempre lo que pensamos, sin pasarlo por ningún tamiz y sin pensar cómo le va a caer al otro. En este último caso, es importante asegurarse de que los chicos comprenden la diferencia entre distorsionar levemente la realidad para no herir a otro –por ejemplo, agradecer un regalo aunque no nos guste- y decir una mentira que puede lastimar a una persona o que sirve para evitar un castigo.

En segundo lugar, tenemos que tener en cuenta que nuestros hijos deben contar con nosotros y que tienen que saber que preferimos que nos digan la verdad para poder ayudarlos o para buscar soluciones juntos en lugar de que nos mientan. Si la reacción siempre es exagerada, los chicos van a decidir ocultar situaciones en vez de compartirlas y la confianza va a quedar seriamente afectada.

Por eso, antes de gritar e imponer penitencias, conviene hablar con los chicos, señalar que mentir no es lo correcto, explicar cuál debería haber sido el camino adecuado y mostrarse siempre dispuesto al diálogo. También es fundamental aclararle que, por más que podamos enojarnos o retarlo por alguna acción incorrecta, nunca vamos a dejar de quererlo y de estar dispuestos a ayudarlo.

Y si la mentira se transforma en una cuestión de todos los días, lo más adecuado será consultar con un especialista y hablar con la maestra para ver qué sucede en el colegio. 
  

Niños Psicología del niño y la familia