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El amor en tiempos de Tinder

Cada vez más parejas se conocen por Internet y con el fenómeno Tinder las citas online crecieron muchísimo. ¿Es la solución para la soledad? ¿Es más fácil conocer a alguien por Internet? ¿Qué esconde la virtualidad?

Las citas online se ganaron un espacio en nuestro celular con la llegada de Tinder, la aplicación que promete encontrar a nuestra media naranja o a nuestra cita de una noche a pocos metros de donde estemos (en casa, en el trabajo, en un bar, etc.). Pero, ¿por qué no la encontramos personalmente si estamos tan cerca? ¿Por qué nunca la vimos si éramos vecinos? ¿Por qué necesitamos de la tecnología para conocerla?

Porque llegamos a casa cansadas después de un largo día de trabajo y producirnos para ir a un bar lleno de gente, música a todo volumen y bullicio no es el mejor plan; porque preferimos no “perder el tiempo” en una cita a ciegas e ir directo al grano investigando en su perfil para ver si “aplica” o “no aplica”; porque nos cuesta menos rechazarlo si después de un par de chats vemos que no es nuestro tipo, y así miles de excusas que podemos usar para explicar por qué preferimos conectarnos en lugar de encontrarnos.

Sin embargo, esta tendencia puede ser un síntoma de que cada vez nos cuesta más vincularnos personalmente. “Los mensajes de texto, los correos electrónicos y las publicaciones virtuales nos permiten editar esa persona que queremos ser y retocar o borrar aquello que no queremos mostrar. Y la gente quiere poner su atención solo en la parte que le interesa. Para muchos, la conversación real plantea un desafío: es en ese momento y no se puede controlar todo lo que se va a decir. Entonces, como las relaciones humanas están vivas y son demandantes, complicadas, pretendemos ‘limpiarlas’ con el uso de la tecnología; borrar la parte fea o aquello que no nos interesa, sacrificando la conversación en pos de la simple conexión. Conectarse así es un síntoma. Una comunicación en sorbos, que sirve para un ‘te quiero’, pero no para aprender de los otros, conocernos y entendernos. Al huir de la conversación, dejamos de hablar con nosotros mismos y eso puede dejarnos realmente solos”, explica en su charla TED  Sherry Turkle, psicóloga especialista en la materia, profesora de Estudios Sociales de Ciencia y Tecnología en el Massachusetts Institute of Technology.

Esto no quiere decir que conocerse por Internet sea algo malo o de por sí perjudicial para establecer un vínculo, sino que es importante poder autoevaluarnos y reconocer si lo estamos haciendo por mera comodidad o curiosidad o porque en realidad hay algo de nosotras que no queremos mostrar a causa de nuestros miedos, inseguridades o prejuicios, y preferimos la “liviandad” de la virtualidad para evitar el sufrimiento.

Al fin y al cabo no se trata más que de una herramienta, un puente para llegar a un mismo objetivo: el amor, la pareja, el encuentro fugaz y pasional, o lo que se desee mientras haya alguien que esté buscando lo mismo que nosotras.

 

El príncipe azul online

 

Así como los propios defectos pueden quedar disfrazados en los primeros encuentros online, el otro también puede hacernos creer que el “príncipe azul” existe. No necesariamente porque quiera vendernos algo que no es, sino porque la virtualidad potencia la idealización, y si somos muy soñadoras, más aún.

Es cierto que esto puede suceder también personalmente, pero lo virtual es terreno fértil para que la imaginación vuele más alto, para que el otro sea aquello que nosotras queremos que sea o también, todo lo contrario.

A falta de gestos, de voz, de miradas, de piel, nuestra percepción del otro y de lo que nos pasa con ese otro puede no ser del todo acertada. Por eso, muchas relaciones que online parecían perfectas terminan no funcionando después de un encuentro cara a cara, o viceversa.

Si no tenemos en cuenta esto, la frustración puede ser muy grande.

La clave es entonces usar esta herramienta que nos regala la tecnología conscientemente, con cuidado y aceptando que tiene sus ventajas y desventajas a la hora de relacionarse, que no es una solución en sí misma para nuestra soledad y que no hay como una charla frente a frente, transparente, permitiéndonos conocer realmente al otro y que el otro conozca nuestras virtudes, pero también esos defectos que nos hacen únicas.

 

Asesoró: Lic. María Gabriela Fernández Ortega.
 Instituto Sincronía, especialistas en estrés, ansiedad y emociones.