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El lenguaje de la sexualidad

Todos y cada uno de nosotros utiliza, para comunicarse sexualmente con los demás, todo un lenguaje de palabras, miradas, signos y gestos que revelan lo que sentimos, deseamos, rechazamos. Esos códigos varían de una persona a otra y de una cultura a otra.

Conductas -como besarse en la boca- que resultan placenteras, son consideradas antihigiénicas y desagradables en otras sociedades. Además, los códigos amorosos de cada persona son diferentes porque contienen elementos que cada uno aprendió en su ámbito de crianza. Y la historia personal pesa y está presente: ¿qué significaba en la familia el estar desnudos o el besarse?. Muchas veces, los códigos aportados por los miembros de una pareja no coinciden. Una puede quejarse del modo de actuar del compañero sin darse cuenta que es esa la respuesta que él aprendió. Pero por ser conductas aprendidas, se pueden modificar, se pueden volver a aprender juntos para que resulten más cómodas y más gratificantes.

 

Algunas sugerencias y ejercicios para comunicarse mejor con la pareja

 

Cada uno escribe una lista sobre cuáles son los signos y las señales no verbales emitidas por el otro que le permiten saber que este otro tiene ganas de hacer el amor. Ambos miembros de la pareja deben escribir una lista de todo aquello que creen que demuestra que el otro tiene deseos hacia uno. Después, al leer juntos lo que cada uno ha escrito del otro, seguramente se van a sorprender, a reír y aprender un montón.

Una vez más, papel y lápiz en mano, cada uno realiza una lista de los gestos amorosos que el otro tiene hacia una y que resultan gratificantes y otra lista de los que resultan “enfriantes”.

Después de hacer estos ejercicios es posible que cada uno se de cuenta que si no dice qué quiere recibir, no lo recibirá. No basta sólo con el cariño. Es típico escuchar: "si él me quisiera, seguro que se daría cuenta de qué es lo que yo necesito". Pero el cariño, si bien es un elemento importante, no asegura la comunicación ni la posibilidad de que el otro sepa lo que una necesita. Un marido puede estar tremendamente enamorado de su mujer y sin embargo la precisión de la caricia que ella necesita para sentirse excitada, el lugar donde quiere ser acariciada, son cosas que de una u otra manera ella deberá explicarle, pedirle o guiarle para que lo pueda hacer, independientemente de la buena relación afectiva que tengan.

Es muy importante que el lenguaje del sexo sea entendido. No cualquier tipo de excitación da lo mismo, no cualquier estímulo lleva a las situaciones que uno quiere. Conocer y hacerle saber exactamente a la pareja qué es lo que a una le gusta, qué quiere ese día, es básico para mantener un diálogo amoroso. No poner al otro en el papel de experto infalible que todo lo sabe y todo lo puede. Nadie sabe más que uno mismo sobre su propio cuerpo y es justo que este conocimiento lo comparta abiertamente con su compañero.

Dentro de los lenguajes sexuales, el de las palabras es quizás el que más difícil le resulta a las mujeres debido a la crianza en un ambiente en el cual estaba totalmente prohibido nombrar a los genitales. Como consecuencia de aquella prohibición, a muchas les resulta totalmente desagradable el lenguaje explícito de los varones, quienes desde pequeños aprenden a nombrar sus genitales.

La educación recibida por hombres y mujeres ha sido muy diferente. Las mujeres están acostumbradas a utilizar eufemismos, ellos a nombrar con términos directos. Es importante llegar a un lenguaje propio y personal que permita con una mirada adulta nombrar los genitales propios, los del otro y las situaciones sexuales con palabras coloquiales, no necesariamente científicas ni que produzcan incomodidad.

 

Asesoró: Lic. Diana M. Resnicoff Psicóloga clínica. Sexóloga clínica