Pasar al contenido principal

El mito del "padrastro cruel"

En la familia ensamblada hay más vínculos y personas involucradas que en una familia tipo, y en este entramado de relaciones y connotaciones, hay dos figuras que se destacan de modo negativo en el imaginario colectivo: “el padrastro” y “la madrastra”.

En el ámbito del derecho de familia, para referirse a los lazos de parentesco que se derivan del vínculo que une a cada uno de los cónyuges con los parientes consanguíneos del otro, se habla de “parientes afines”. Hoy, muchos hogares ensamblados están constituidos por una mujer, sus hijos y su nuevo marido: el padre afín o padrastro. Atributos negativos similares a los que se endilgan a las madres afines o madrastras, se les asignan a los padres afines: ausencia de amor filial y un peligro potencial para los hijos del primer matrimonio.

Los padres afines corren el riesgo de ser mirados por sus hijos afines como “intrusos”, especialmente si se mudan a la casa donde su esposa vive con los hijos. Cuando no es posible comenzar la nueva vida familiar en una nueva casa, los padres afines deben proceder lentamente y con sumo cuidado para hacerse un lugar propio. Ser pacientes es más que una virtud, es crear las condiciones para no fracasar.

Por lo general, los padres afines no tienen tantas fantasías acerca de su rol como las madres afines. Sus principales dificultades provienen del rol tradicional que juegan los hombres en las familias como proveedores económicos, figuras de autoridad para imponer disciplina y guía de los varones cuando llegan a la adolescencia.

Las discusiones en torno a quién paga los gastos de sus hijos afines pueden llevar a una crisis en su relación con los chicos. Otras veces, quedan atrapados entre los compromisos previos con el otro hogar de sus hijos y sus obligaciones familiares actuales.

El manejo de la disciplina es el otro gran desafío que afrontan los padres afines. Al igual que las madres afines, deben darse tiempo para crear primero un vínculo afectivo con los chicos, antes de asumir el rol disciplinario. Tiempo y prudencia son factores claves, ya que se necesita por lo menos dos años para que se estabilice su posición en la familia ensamblada. Si se apresuran, o si la madre de los chicos lo considera demasiado severo, ésta puede molestarse y sabotear su autoridad. Entonces, perderá el rumbo y, lo que es peor aún, probablemente más tarde su esposa le reprochará su falta de colaboración para imponer disciplina en el hogar.

Si el padre afín, su esposa o ambos, creen que él debe partir a socorrerla cada vez que ella no pueda con la conducta de sus propios hijos, sólo logrará empeorar las cosas. El mejor modo de comenzar a recorrer el camino de la integración familiar es limitarse a apoyarla en un comienzo, para que ella se vuelva competente. Es bastante improbable que él consiga realmente, como padre afín, lo que su esposa no puede conseguir como madre.

Las reglas del hogar ensamblado deben ser discutidas y acordadas por la pareja, en ningún momento el padre o la madre afín deben permanecer apartados de la dinámica familiar. Las investigaciones demuestran que cuando al comienzo de la nueva vida familiar, es el progenitor quien asume el manejo de la disciplina, se desarrollan mejores vínculos entre los miembros ensamblados. En ausencia circunstancial de la madre o del padre biológico, debe ser claro para los chicos que deben obedecer a su padre o madre afín como si se tratara de su progenitor.

Precisamente, la presencia de chicos, previa al matrimonio, requiere que la pareja converse antes de convivir todos los temas relacionados con la crianza: cuándo y cuánto él/ella se involucrará en la disciplina, en que condiciones su esposa/o lo apoyará, qué normas de conducta y qué valores son importantes transmitirles a los chicos.

A veces, la posición conflictiva del padre afín se origina cuando la madre alienta la esperanza de que su nuevo marido sea “un verdadero padre para sus hijos”. Esta es una expectativa irreal, porque para los chicos –aún cuando su padre haya fallecido o esté ausente– el padre afín llega a la familia como un “forastero” que se interpone entre ellos y su madre.

Si sus propios hijos no conviven en el hogar ensamblado –hecho por demás frecuente- la culpa por no brindarse a ellos de igual forma en la vida cotidiana impregna y pone frenos a la relación con sus hijos afines. Si además sus hijos se preguntan: “¿cómo puede vivir con otros chicos?”, toman distancia afectiva con aquellos y evitan comprometerse con la crianza. En otras, cometen el error de ser muy exigentes con sus hijos afines y muy indulgentes con sus hijos. Los chicos, por lo general, tienen un alto sentido de la justicia y este tipo de actitud perjudica a unos y a otros.

Desde ya, ninguna de estas conductas es una solución. Sólo los padres afines que están disponibles para atender las necesidades afectivas y materiales de sus propios hijos logran una relación más confortable y afectuosa con sus hijos afines.

También hay casos en que los padres afines asumen una gran responsabilidad hacia sus hijos afines, pero son muy poco reconocidos o carecen absolutamente de autoridad frente a los chicos. En esos casos, tal vez puede suceder que sea la madre la que esté impidiendo que se desarrolle una relación entre sus hijos y su nuevo marido, quizás porque vivió mucho tiempo sola con sus hijos y siente que su marido es sólo su pareja, y no tiene ningún tipo de vínculo que lo una a los chicos.

 

¿Qué sucede cuando el padre biológico ha fallecido?


Cuando se es madre o padre afín, habiéndose casado con una persona viuda con hijos, la posición en la familia es más complicada. Sucede que, por lo general, se tiende a idealizar el recuerdo de los seres queridos que fallecieron. Luego de la muerte de un progenitor los chicos y probablemente otros miembros de la familia, como abuelos o parientes cercanos, idealicen su recuerdo. La persona fallecida se convierte, para la historia familiar, en una especie de fantasma impregnado de virtudes. En la comparación con ese recuerdo, inexorablemente el nuevo integrante perderá sus mejores atributos. De ahí la necesidad de aclararles a los chicos que no se pretende ocupar el lugar de la mamá o del papá fallecido. Actuar con suma prudencia hasta tanto sean valorados por sí mismos, parece ser la regla para que los chicos acepten al nuevo miembro.

 

Conclusión


Las “familias ensambladas exitosas” están satisfechas y contentas; sienten que alcanzar la estabilidad les demandó tiempo y esfuerzo, pero se consideran recompensadas. Sus miembros han aprendido a negociar, a ser tolerantes con las diferencias, flexibles y creativos. Los chicos tienen en el hogar ensamblado un modelo de pareja que se ama y se brinda cuidados mutuos. Para todos ha traído el beneficio que depara una segunda oportunidad.


Fuente: FamiliaS21 Internacional- Dra. Dora Davison

Crianza y familia Psicología del niño y la familia Adolescentes Psicologia, educación y familia