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La amistad en la adolescencia

La amistad en la adolescencia es un vínculo clave para nuestros hijos. ¿Cómo fomentarlo? ¿Qué hacer si nuestro hijo no tiene amigos?

En la adolescencia, la amistad como vínculo afectivo es fundamental. Los adolescentes necesitan diferenciarse de sus padres -que pasan a un segundo plano-, mientras que sus amigos cobran un papel preponderante.

Sentirse parte de un grupo, identificarse con él, compartir afinidades, gustos e inquietudes con un “igual” es algo básico y necesario para el adolescente. Él no es sin el otro, se puede definir por el grupo al que pertenece y se siente persona en tanto y en cuanto es reconocido por un par.

Como padres es importante darle a este vínculo la relevancia que se merece y fomentarlo creando espacios de encuentro para que el adolescente pueda hacer grupos de amigos en distintos ámbitos, y, sobre todo, abriendo las puertas de casa a sus amistades. 

Así como pueden aparecer nuevos amigos, en esta etapa se pueden fortalecer las amistades de la infancia, pero también es normal que se debiliten, sobre todo si ya no se comparte un mismo recorrido, un espacio en común, como por ejemplo el colegio.

 

¿Qué hacer si notamos que nuestro hijo se aleja de su amigo de la infancia o se pelea con un amigo?


En la adolescencia los chicos están muy vulnerables y sensibles, entonces, ante cualquier diferencia o ante una cuestión de lealtades en conflicto es probable que se sientan rechazados o excluidos de un grupo y tomen distancia. Por eso es muy importante que cuenten con otros espacios además del colegio para hacer amigos, de manera que si algo así sucede no se queden solos.

Como padres, por lo general no resulta mucho “meterse” porque los adolescentes son los que marcan el ritmo de sus amistades. Lo que uno puede hacer es preguntar, indagar, sugerir, acompañar; poder ver qué paso, preguntarle si alguna vez se volvió a ver con su amigo, si tiene ganas de verlo nuevamente. Favorecer espacios de encuentro… pero no mucho más que eso.

Hay que tener en cuenta que en este momento ellos están más preocupados por las relaciones interpersonales con los chicos de su misma edad que por lo que le digan o piensen los adultos, sobre todo si esos adultos son sus padres.

Lo más recomendable entonces es no decirles qué tienen que hacer sino poder ayudarlos a pensar, darles un punto de vista diferente, que si bien lo van a tomar con algún recelo, tal vez, dependiendo del vínculo que se haya construido con ellos hasta ese momento, lo puedan tener en cuenta.

Y, por supuesto, crear espacios más allá del colegio donde puedan contar con otros grupos de pares para no sentirse solos si algo así les sucede.

Malas amistades: ¿cómo darse cuenta?


El termómetro de cómo está un hijo tiene que ver con sus actitudes en la vida cotidiana o en la casa. Hay ciertos cambios de hábitos o de conducta que nos pueden hacer suponer que no la está pasando del todo bien o que su grupo de pares no le estaría haciendo bien.

Que esté más irritable, más solo, que desaparezca sin decir adónde va o que tenga bajo rendimiento escolar, etc.. son señales que nos pueden dar la pauta, pero la realidad es que no hay una manera exacta de confirmarlo, sobre todo si uno no conoce a todos los amigos.

Por eso es tan importante tener una casa a puertas abiertas y que los amigos puedan ingresar al hogar, para poder conocerlos. Más que ponerse en contra o alimentar algún prejuicio sobre sus amistades, lo recomendable es conocerlas de esta manera.

 

¿Y si vemos que no tiene amigos?


Las dificultades para establecer vínculos en la adolescencia no son algo “de” la adolescencia, sino que conllevan una historia. El chico fue construyendo su modo de relacionarse con otros niños de una forma en particular y esto puede hacer cierta eclosión en la adolescencia, o sea, cuando los padres no tienen tanta injerencia.

Si nuestro hijo no tiene amigos, en principio debemos tratar de ver qué esta pasando con el desarrollo de este rol que tiene que ver con lo social y que es fundamental en este momento: si siempre fue así, si fue retraído o si padece alguna situación que lo hace sentirse disminuido, como por ejemplo bullying, tan común en esta época de la vida.

Poder observar si se siente bien consigo mismo, con su propio cuerpo, con sus cosas, qué hace que se autoexcluya y no forme parte de ningún grupo. Si, por ejemplo, tiene cierta necesidad de ser tenido en cuenta siempre, de ser el centro de atención, y en su grupo de pares justamente no es el líder y esto lo hace sentirse incómodo. O, por el contrario, si padece cierta dominación o coacción por parte de su grupo de pares, donde a veces se  presiona a ciertos integrantes para que hagan cosas con tal de pertenecer. Pero esto depende de nuestra mirada, de cuán atentos estemos, porque él no nos va a decir exactamente qué le pasa.

Conocer a nuestros hijos, observarlos, abrir canales de comunicación desde que son chicos es clave para prevenir dificultades que pueden hacerse visibles en la adolescencia, pero que vienen desde hace tiempo. 


Asesoró: Lic. Alejandra Libenson, psicóloga y psicopedagoga
Autora de "Criando hijos, creando personas" y "Los nuevos padres"

Adolescentes Psicologia, educación y familia