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La importancia de los padres en la educación

Ser padre o madre es un gran desafío para cualquier persona y a la vez, una tarea muy gratificante. ¿Qué importancia tienen estos roles? ¿Qué implica ser padres hoy en día?

Aunque haya sido dicho hasta el cansancio, vale la pena repetirlo: ser padre o madre es uno de los desafíos más difíciles que plantea la vida para cualquier persona y a la vez, una tarea en extremo gratificante. Ser padres es una opción tan importante, que puede darle sentido a la vida de una persona, al punto de que en condiciones de adversidad, seguir adelante y luchar “por los hijos”  se convierte en el objetivo de muchos padres y madres.

La importancia de las funciones parentales, reside en que no se trata sólo de nutrir y cuidar a los hijos, sino también de brindarles la protección y la educación necesaria para que se desarrollen como personas sanas, buenas y solidarias. Pero, una pregunta que se hacen últimamente los investigadores es: ¿acaso, tener un hijo convierte automáticamente a una persona en padre o madre?

Para la ley, ser padre o madre es una condición que se asigna por el derecho que da la consanguinidad o la adopción; la misma supone el cuidado responsable y la satisfacción de las necesidades de los hijos; sin embargo, no todos los niño/as reciben de sus padres este tipo de atención en cantidad y calidad suficientes.
La Dra. Solís Pontón, psicóloga de la Universidad de París, sostiene que tener un hijo no significa convertirse automáticamente en padre o en madre. Esto es algo que va mucho más allá. Explica Pontón: “la parentalidad tiene que ver con un proceso eminentemente psicológico que supone un trabajo que los padres hacen sobre sí mismos”.

Como resultado de numerosas investigaciones realizadas en los últimos tiempos, se ha concluido que el bienestar infantil es el producto de un complejo proceso, basado en una práctica de buenos tratos en la cual interactúan al menos tres factores que se entrelazan entre sí:

1. las necesidades básicas infantiles.
2. las competencias o capacidades parentales 
3. el contexto social circundante.

Las necesidades básicas de los niños y las niñas son múltiples y cambian a medida que crecen: son evolutivas. Los padres para dar satisfacción a las mismas, deben disponer no sólo de recursos y capacidades, sino también de suficiente plasticidad como para que sus repuestas se adecuen a cada etapa del desarrollo de los hijos. Por ejemplo, no es lo mismo cuidar, proteger y educar a un niño pequeño que a un adolescente.

A la parentalidad que satisface las necesidades básicas de los niños/as, en base a competencias parentales adecuadas y en un contexto social nutriente, se la llamó parentalidad bientratante (Jorge Bradury, 2003).

A. Necesidades básicas. Los niños/as requieren, para crecer y alcanzar un desarrollo saludable, satisfacer dos tipos de necesidades: materiales y psicosociales. Las primeras incluyen: alimentos, ropa, asistencia médica, protección frente a los peligros, una actividad física sana y un alojamiento que les permita vivir en condiciones higiénicas y seguros para mantenerse vivos y sanos. Las segundas, comprenden necesidades afectivas, de aprendizaje y conocimientos, de socialización y éticas.

a. La satisfacción de las necesidades afectivas, le permite al niño/a establecer vínculos con sus padres y otras personas significativas en su vida (familiares, maestros, amigos). A partir de estos lazos será capaz de crear relaciones saludables con su entorno humano y natural, y de pertenecer a una red social. Si el niño recibe el afecto que necesita será capaz de dar y recibir afecto.

Los niños necesitan recibir mensajes positivos y benevolentes, para sentirse aceptados y reconocidos y para que su vida trascurra en un clima de seguridad emocional donde la expresión de los afectos - tanto negativos como positivos – sea posible. 

Los vínculos afectivos incondicionales y continuos de buen trato favorecen que el niño/a, al mismo tiempo que entreteje lazos con su medio, desarrolle el sentimiento de pertenencia a la familia y a la comunidad
Esta necesidad de afecto y apoyo quedó definitivamente demostrada en un estudio realizado por E. Werner (1992), quien siguió por más de treinta años - hasta la adultez - a 700 niños nacidos en medio de la pobreza en la isla de Kauai. Todos ellos habían pasado por diversas penurias, incluso algunos pertenecían a familias abrumadas por conflictos y peleas permanentes; otros atravesaron por el divorcio de sus padres seguido por el abandono de uno de ellos; otros niños padecieron el alcoholismo o la enfermedad mental de un progenitor. Tal como era de esperar, la mayoría de ellos desarrollaron patologías físicas, psicológicas y sociales. Sin embargo, contra todos los pronósticos, una tercera parte alcanzó una vida sana y positiva, fueron buenos padres, buenos esposos y tuvieron un buen desempeño laboral. La “pregunta del millón” fue entonces, ¿porque no enfermaron los que no enfermaron? Werner observó que estos individuos – a las que llamó resilientes – habían contado en su historia con - al menos - una persona que los aceptó en forma incondicional, independientemente de su temperamento, su aspecto físico o su inteligencia y eso hizo la diferencia.

Todos los niños necesitan sentirse importantes al menos para un adulto significativo y sentir que sus esfuerzos, sus competencias y autovaloración son reconocidos y estimulados …y aquellos niños de Kauai lo tuvieron.

b. El buen trato implica también, que los padres faciliten al niño el desarrollo de sus capacidades de aprendizaje y obtención de conocimientos (necesidades cognitivas) mediante estimulación adecuada, experimentación y refuerzos positivos.

Debe ser estimulado y ayudado a desarrollar su percepción, sus sentidos, su memoria, su atención, su lenguaje, su pensamiento lógico y sobre todo, su capacidad de pensar y reflexionar para que acepte el desafío de crecer y aprender. También es indispensable que el niño pueda experimentar y descubrir bajo control el mundo que lo rodea, para aprender a relacionarse con su medio, adquirir libertad y seguridad. Los niños se animan a explorar su entorno y a tener nuevas experiencias a partir de la seguridad que les brinda la presencia de sus padres u otros adultos significativos que lo protegen.

Conocer el resultado de una conducta favorece el aprendizaje. Es importante que los adultos les manifiesten su alegría y apoyen sus esfuerzos y sus logros. Esto los ayuda a corregir errores y a repetir las conductas esperadas. Los niños/as aprenden “para alguien”,  de modo que los gestos y palabras alentadores son refuerzos positivos para el aprendizaje. Hay padres que tienden a educar a sus hijos indicándoles sólo sus faltas y errores, pero omiten alabar sus buenas conductas. Este modelo educativo es maltratante y lejos de estimular a los niños a superarse, los incita a la rebelión o a la sumisión, en vez de ayudarlos a convertirse en personas autónomas y responsables los mantiene dependientes de los adultos. 

Al comienzo de la vida la familia constituye el mediador entre el niño y la sociedad, pero a medida que éste desarrolla su autonomía participa por sí mismo en diversas actividades e interactúa con su entorno social (escuela, club, grupos de pares). Los padres bientratantes ayudan a sus hijos a incorporar, mediante la disciplina, las reglas sociales de su comunidad y a actuar en conformidad con ellas. Disciplinar significa guiar, enseñar, ayudar a que el niño se entrene tanto en el cumplimiento de sus deberes, como en el ejercicio de sus derechos y a que adquiera sentido de su interdependencia. En este aspecto el buen trato incluye la satisfacción de tres necesidades específicas:
  
1. Comunicación. La comunicación es – después de la supervivencia – la más básica y vital de todas las necesidades humanas. Probablemente sea el factor más importante en determinar el modo de relación entre las personas. Mediante la comunicación el niño/a recibe la información indispensable para adaptarse al contexto social y cultural en que habita, comenzando por su familia. La comunicación bientratante, implica la capacidad de escucha, empatía y comprensión. Por su parte, los adolescentes necesitan espacios seguros de discusión, reflexión y expresión de sus sentimientos para hacer frente a la separación de su mundo familiar y su entrada al mundo adulto.

 2. Consideración. Los niños necesitan sentirse apreciados y que se los valide como personas. El reconocimiento de sus méritos, competencias y dignidad favorece el desarrollo de una autoestima elevada, una  identidad positiva, el desarrollo de proyectos y esperanzas, y la capacidad de asumir compromisos y afrontar dificultades.

El mérito de la Convención Internacional de los Derechos del Niño es reconocer que el niño es sujeto de derechos que deben ser respetados.

 c. Los niños necesitan estructuras jerárquicas que le brinden educación. Los padres ocupan en la estructura familiar una posición jerárquica superior a la de sus hijos, porque a ellos les cabe la responsabilidad de su cuidado y educación. Por ende, son quienes deben establecer las normas que guiarán la conducta de sus hijos. Un padre o una madre excesivamente permisiva o “amigo/a” los priva del derecho a aprender a comportarse de acuerdo a las normas sociales de su cultura y a rebelarse cuando son injustas.

Los niños necesitan aprender a modular sus emociones, deseos, pulsiones y comportamientos y a manejar sus frustraciones, así como también, a  cumplir con deberes y obligaciones para consigo mismos y para con los demás.

Las normas y reglas de conducta son bientratantes cuando se basan en el derecho a la vida y a la integridad, en la igualdad de derechos para todos y en la aceptación de las diferencias, fomentan el desarrollo de la autonomía, la responsabilidad y el buen desempeño. Pero, para que los niños las puedan respetar e incorporar, los padres deben facilitar a sus hijos las conversaciones que les adjudiquen sentido.

c. Necesidades éticas. Finalmente, los niños/as necesitan aceptar las normas que son legitimadas por los valores de su cultura. Interiorizar normas y reglas mediante los valores positivos de buen trato, como la justicia, la tolerancia, la solidaridad, la ayuda mutua, etc., a fin de permitir que se sientan dignos, seguros y confiados en su comunidad. 

Dice Jorge Bradury: “Tratar bien a un niño es también darle los utensilios para que desarrolle su capacidad de amar, de hacer el bien y de apreciar lo que es bueno y placentero. Para ello debemos ofrecerles la posibilidad de vivir en contextos no violentos, donde los buenos tratos, la verdad y la coherencia sean los pilares de la educación”. 

B. El otro pilar de la parentalidad bientratante está constituido por las competencias parentales. Éstas hacen referencia a la capacidad de las madres y los padres para responder correctamente a las necesidades básicas infantiles.

Las funciones parentales tienen por finalidad asegurar los cuidados, la protección y la socialización que todos los niño/as necesitan para convertirse en adultos sanos. Para llevar adelante esta tarea de modo que efectivamente cumpla con su finalidad, se requiere disponer de ciertas competencias que forman parte de lo que se conoce como parentalidad social. La mayoría de los padres la asumen como una continuidad de la parentalidad biológica. Sin embargo, como señalábamos al comienzo, dependen de un trabajo que cada padre y cada madre realiza sobre sí mismo en relación con la crianza de sus hijos.

Estas competencias consisten en ciertas en ciertas capacidades y habilidades fundamentales que los padres ponen en juego. Se basan en las enseñanzas adquiridas en su familia de origen, en sus propias experiencias de vida y en la presencia de un contexto social adecuado.

Las primeras, se refieren al apego, la empatía, los criterios de crianza, la participación en redes sociales y el uso de los recursos que brinda la comunidad.

Las segundas, corresponden a los recursos emotivos, cognitivos y conductuales que permiten a los padres cumplir con las funciones parentales. Brevemente haremos referencia a las mismas.

a. Capacidades:

  • El apego es la capacidad que tienen los padres de vincularse afectivamente a sus hijos/as respondiendo a sus necesidades. El apego continuado y seguro permite al niño/a el desarrollo de la seguridad y auto-confianza necesarios para enfrentar los desafíos y las dificultades de la existencia.
  • La empatía es la capacidad “ponerse en el lugar del otro”. Posibilita a los padres  comprender las vivencias de sus hijos mediante la comprensión de las manifestaciones emocionales y gestuales con las que el niño/a expresa sus necesidades y responder adecuadamente a ellas. Implica también la capacidad de transmitirle al niño por gestos o palabras que se lo entiende, que se está buscando una solución a su malestar.
  • Criterios de crianza son formas de percibir, comprender y dar respuesta a las necesidades de los niños, así como los modos de educación y protección. Ambos padres deben conversar y consensuar sus respectivos criterios para que los hijos no resulten “tironeados” por normas contrapuestas.
  • Participación en redes sociales y uso de los recursos de la comunidad es la capacidad de solicitar, aportar y recibir ayuda de familiares y redes sociales cuyo fin es promover la salud y el bienestar infantil. En este sentido las instituciones sanitarias, educativas y sociales para la atención de los niños deben conformar redes de apoyo visibles y confiables que contribuyan a una parentalidad eficaz.

 b. Habilidades

La función parental tiene tres finalidades fundamentales: nutritiva, socializadora y educadora.  Para cumplir con estas funciones se requieren ciertas de habilidades.

  • La función nutritiva, mediante tareas destinadas al cumplimiento de esta función consisten en suministrarles a los hijos los aportes materiales, afectivos, sociales, éticos y culturales para completar su proceso de maduración biológica, psicológica y social. Se relaciona con el apego y la empatía.
  • La función socializadora es la tarea destinada a la construcción del concepto de sí mismo y de la identidad del niño. En su génesis intervienen principalmente, la identificación con padres, los maestros y otras personas significativas tomadas como modelos, así como también los resultados de las propias acciones y experiencias. El concepto de sí mismo juega un rol fundamental en la formación de la identidad, en la estructuración de las características personales, en el modo de afrontar los problemas, en los patrones conducta, en las reacciones ante la frustración, en las conductas agresivas y defensivas y en el modo de comunicación.


Un concepto de sí mismo estable permite que los niños desarrollen de rasgos personales positivos, tales como la capacidad de evaluarse de forma realista, tener confianza en sí mismo y una autoestima elevada.

Los mensajes negativos y críticos constantes provocan, por lo contrario, un sentimiento de inferioridad e incapacidad, graves problemas de autoestima, inseguridad, carencia de confianza en sí mismo, malas adaptaciones personales y sociales. 

  • Función educativa. La educación les permite a los niños acceder a un desenvolvimiento social adecuado.

Los padres o educadores asumen la responsabilidad de ser los principales educadores de sus hijos ejerciendo una autoridad caracterizada por el afecto y la empatía en una estructura jerarquizada. Su papel como educadores es indiscutible y uno de sus mayores logros es la incorporación en sus hijos de normas, reglas, leyes y tabúes que regulan la vida social.

Educar a un niño/a es, ante todo, un proceso relacional afectivo. Si no hay una vinculación afectiva la educación será deficiente o no existirá. Cuando el cariño y la ternura están presentes, el modelo educativo es nutridor  y bientratante;  cuando están ausentes es de malos tratos.

Otra faceta de la educación está relacionada directamente con la comunicación. Cuando padres e hijos se comunican en un ambiente de escucha mutua, respeto y empatía, pero manteniendo una jerarquía de competencias, el modelo educativo es bientratante. Cuando los padres ceden siempre a lo que quieren u opinan los hijos, cuando los distraen cambiándoles de tema o los engañan, esto es índice de incapacidad educativa y se inscriben dentro de los malos tratos.

  • Además de nutrientes para crecer y desarrollarse, los niños necesitan estímulos - apoyo y retos adecuados - de sus padres y otros adultos significativos (maestros, cuidadores). El reconocimiento y la gratificación por la obtención de logros están presentes en la parentalidad bientratante. Los comportamientos o discursos negligentes o que subestiman las capacidades de los niños perturban su desarrollo.
  • La modulación emocional es otro de los grandes objetivos de la educación. Los niños necesitan ayuda para aprender a modular sus emociones, controlar sus impulsos cuando desean algo o ante la frustración. Para adquirir controles internos, primero necesitan conocer la experiencia de regularse mediante controles externos. Los controles externos es lo que se conoce como “disciplina” a la que hicimos referencia en un párrafo anterior.  El control educativo implica espacios de conversación sobre las vivencias emocionales y la forma de controlar las emociones. La repetición de transgresiones debe ser seguida de una reflexión sobre sus efectos en sí mismo y en los demás, así como sobre el sentido de penitencias y actos reparativos.

Tanto las CAPACIDADES como las HABILIDADES SE APRENDEN.

En base a lo hasta aquí expuesto se desprende que una parentalidad bien tratante se caracteriza, en forma resumida,  por brindarles a los niños:

  • Una disponibilidad de diversos espacios relacionales para estimular sus diferentes áreas de desarrollo: afectivos, íntimos, lúdicos, de aprendizaje.
  • Estabilidad, continuidad a largo plazo de las relaciones afectivas necesarias al desarrollo.
  • Accesibilidad, lo cual significa presencia y disponibilidad.
  • Capacidad de percibir y mostrar alegría y satisfacción por sus progresos.
  • Una parentalidad eficaz, es decir, una parentalidad con resultados positivos.
  • Coherencia, los niños necesitan que los padres y otros adultos que los cuidan les den un sentido coherente a sus acciones. La búsqueda de sentido es uno de los motores con que los niños ingresan al mundo adulto.


C. Para terminar, señalaremos que estos buenos tratos no sólo dependen de la capacidad de los padres para criar a sus hijos, sino que también son el resultado de los recursos que la comunidad pone a su servicio a fin de ayudarlos a cumplir con su tarea.

Educación y estimulación Psicología del niño y la familia
4 Comments

La nota cubre múltiples aspectos. Añadiría que la importancia del padre tambièn radica en que es el molde donde los infantes "copian" o modelan sus comportamientos Un saludo Claudio Hunter -

POr favor podrian darme los datos y el nombre de la persona que ha escrito este articulo, por favor envíenmelo a mi correo lo más pronto posible. Gracias

El Metodo Montessori me parece un método muy curioso y con gran efectividad para la educación de los niños, yo se la he aplicado a los mios. Realmente funciona y es de lo mas tradicional posible.