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La llegada de los hijos y la crisis de pareja

Cuando llega un bebé la vida cambia completamente y la pareja no queda exenta. ¿Cómo manejarnos cuando hay una crisis en puerta?

Desde que el bebé nace, la pareja, hasta ese momento de dos, se transforma en otra cosa. Una pareja, más uno, dos o más bebés, es definitivamente una familia. Las normas, reglas, acuerdos y decisiones que la gobiernan, son otros que los que la pareja tenía en sus inicios.

Cuando se tiene un bebé o más, bajar a abrirle la puerta al correo que trae algo que es necesario firmar, puede ser motivo para una discusión, de quién va y quién no va, y el inicio del final de una relación. ¿No parece de locos?

Las cosas se complican, y en general bastante más de lo que nuestros amigos nos confiesan, o de lo que de chicos nos pareció vivir en casa.

Parece que nuestros padres se arreglaban para cortar el pasto, prender el fuego, y además recibir visitas, mientras nos tenían bañados y cambiados sin costo alguno -nos parece- y nosotros no podemos ni llamar a la rotisería, porque necesitaríamos contratar a alguien para que ¡disque el número del delivery!

Esto suele ser bastante diferente a lo que habíamos soñado. Todo se hace más tedioso, con más esfuerzo, quedan menos energía y los niñitos dan mucho trabajo!

¿Qué lugar le queda a la pareja? ¿Qué pareja? Dirán algunos por ahí...

Ya a esa altura se dificulta recortar la pareja del resto de maremoto de pañales y nebulizadores que hacen ruido de avión...

Separarse puede parecer una solución, es más: puede serlo. Pero no siempre es la solución, ya que muchas veces lo que se ve es que se termina cambiando un problema por otros.

Lo ideal, y esto no es en contra de los abogados pero sí en favor de la familia, es:

  • Intentar no llegar a ese desborde.
  • Evitar la incomunicación que suele darse.
  • Hacerse tiempo para la pareja.
  • Darse espacios para charlar de algo que no sea cuentas pendientes o diagnósticos pediátricos.
  • Recuperar el cuarto y las velas y los sahumerios y las ganas...
  • Animarse a “desmamizarse “y a “despapizarse” todas las veces que les sea posible.


Porque, paradójicamente, los hijos hacen de todo para separarnos: lloran sin motivo, se pasan a nuestra cama, se enferman justo cuando íbamos a ir al cine...pero ningún chico quiere padres que de verdad se separan. Y el que diga que sí prefiere se está sobreadaptando para soportarlo.

Para un hijo, no importa la edad que tenga, que los padres se separen es muy doloroso. Puede “entenderlo”, pero eso no indica que le sea fácil de asimilar y que no haya sufrimiento.

La familia, peleas y discusiones de por medio -salvo aquellas donde hay agresiones que llegan a lo físico, o que generan violencia verbal intensa- sigue siendo un espacio saludable. Y si hay amor, vale la pena el esfuerzo de al menos hacer memoria de quién es el otro, y por qué lo elegí para mi vida, que lo más probable es que cambiemos de pareja, y otra vez se empiece a armar el mismo lío, si no somos capaces de revisar nosotros también qué nos pasa.

Si no funciona verán, pero hay terapias, y profesionales, y vacaciones, y ratos a solas, y miradas que pueden ayudar. No se priven del intento. Si funciona, todos lo terminarán agradeciendo alguna vez.

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