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El primer celular: ¿cuándo?

Hoy en día, los chicos de nueve años –e incluso menos- estrenan su primer celular, y los que tienen hermanos mayores suelen ser más precoces todavía. ¿Cómo manejarse con este objeto que los niños adoran y reclaman como si fuera una necesidad básica?

Primero, los teléfonos celulares llegaron a la vida de los adultos y se transformaron, rápidamente, en imprescindibles: hoy son muy pocos los adultos que no lo tienen, y en general se debe a una decisión relacionada con no dejarse atrapar –tanto- por las garras de la sociedad de consumo.

Pero después de instalarse en el mundo de los adultos –y en la medida en que el marketing puso el ojo en los adolescentes y preadolescentes, que hoy son un mercado importantísimo- empezaron a aparecer los teléfonos móviles con diseños atractivos para los más jóvenes de la casa: en colores, con los personajes que los chicos ven por la tele y hasta con la posibilidad de personalizarlos a través de la elección del ringtone, pegándole stickers, colgándole adornitos y eligiendo las fundas que vienen en miles de opciones más sencillas o más extravagantes.

Así, los chicos empezaron a pedirlos y los adultos, a comprarlos para sus hijos.

Pero cabe preguntarse por qué un padre le compra un smartphone a su hijo de nueve años. Y ante esta pregunta, las respuestas abren un abanico de todos los colores:

 

  • En una sociedad de consumo, donde el “tener” es tan importante, muchas veces los padres ponen a sus hijos en un lugar de “vidriera” y quieren mostrar, a través de los juguetes que les compran, la marca de ropa que usan, la educación que les dan, su propio éxito económico. Así, que sus hijos tengan celular es una cuestión “snob”, en la que sólo se plantean por qué no van a comprárselo si los chicos lo quieren y ellos pueden pagarlo.
  • La idea de tener un control absoluto y permanente sobre las actividades de los hijos cuando no están con ellos es otro motivo que lleva a los padres a comprar celulares, a pesar de que esto es relativo: los chicos se quedan sin crédito, sin batería y deciden cuándo atender el llamado. Además, hay casos en los que el celular impide que el chico se enfrente a situaciones que, de haber podido resolver por sí solo, como era en otras épocas, habrían sido un gran aporte para su crecimiento, maduración e independencia. Un ejemplo: si un chico se siente fuera de lugar en uno de sus primeros bailes –de esos que se hacen en las escuelas para los chicos de 5to, 6to y 7mo grado-, si le molesta la música, si de golpe sus amigos se ponen a bailar y lo dejan solo, puede llamar a los padres para que lo vayan a buscar. Sin celular, tendría que haber atravesado la situación… y seguramente eso no habría terminado en un trauma, sino más bien en un aprendizaje.
  • En medio de la gran inseguridad en la que vivimos, algunos padres ven en el celular un elemento que puede brindarles seguridad a los chicos. Es cierto que para un jovencito que va solo a la escuela y anda solo por la calle el celular puede ser útil, ¿pero qué pasa con los chicos que no tienen permiso ni para ir al kiosco de la esquina y ya cuentan con un teléfono móvil? Por otro lado, si bien el celular puede ser útil en la calle, también es un objeto más que cae en la mira de los arrebatadores: así, buscando seguridad, los chicos se exponen a sufrir el robo de su teléfono en situaciones que, como mínimo, no serán nada agradables.
  • Porque los chicos insisten y dicen que “todos sus amigos lo tienen”. Hoy, tener o no tener Smartphone hace una gran diferencia en la vida social de los chicos, que en gran parte se desarrolla en el mundo virtual, el de las redes sociales. Acá es fundamental que el adulto evalúe la situación y le dé lugar a sus propias convicciones y estilo de crianza para que la llegada del celular sea una decisión meditada y no solo un logro de la insistencia del niño.

 

¿Y por qué lo quieren los chicos?

 

Básicamente, para jugar, chatear y conectarse a Internet, que les abre el mundo de las redes sociales, los videos, etc. Y porque tener celular propio hoy es un símbolo de estar grandes y ser independientes. Además, como “todos lo tienen”, el móvil se transformó en un elemento de pertenencia e identificación.

La llegada del “pantalón largo” en los años ’20, la presentación en sociedad que significaba la fiesta de 15 y los miles de ritos de iniciación que cada grupo humano pensó y llevó a cabo durante siglos para marcar el pasaje del mundo de la infancia al mundo adulto, hoy puede compararse con la adquisición de un celular. Para un chico, tener celular propio es como sacar carnet de “grande”.

Claro que las cosas no son tan sencillas: por un lado, el celular es una pantalla igual que la televisión, la computadora y los juegos de consola. Los padres que se interesan porque sus hijos jueguen, lean, hagan deportes y no pasen más de determinado tiempo por día frente al televisor, deberían hacer lo mismo con el celular: al igual que la televisión y la computadora (sobre todo el chat), los celulares pueden provocar adicción. Además, al ser la puerta de entrada a la Web, puede ser también un gran peligro: que los chicos entren en contacto con desconocidos, que hagan compras sin querer, que dejen datos personales donde no deben, etc., son algunas de las situaciones a las que los smarphones pueden dar inicio.

Por otro lado, muchos chicos llevan el teléfono a la escuela. Para jugar en el recreo o para volver solos a casa, el tema es que muchos no lo apagan durante las clases o se distraen mientras maestros y profesores tratan de captar su atención. Por eso, las escuelas tienen diferentes posturas frente a los celulares, aunque la mayoría coincide en obligar a los chicos a apagarlos por lo menos en clase.

Además, maestros, profesores y especialistas en educación afirman que el modo en que los chicos se comunican por chat empobrece el lenguaje y dificulta el aprendizaje de las reglas ortográficas.

Y para seguir dudando de la inocencia del celular, hay que tener en cuenta que muchos médicos están preocupados porque las ondas que emite el móvil –tan cerca de la cabeza al usarlo para hablar- puedan ser perjudiciales para el cerebro, sobre todo en el caso de los niños, que no han completado su desarrollo. De hecho, todavía no hay estudios que demuestren que sea inocuo.

 

¿Qué hacer, entonces?

 

Lo ideal sería comprar un celular para los chicos sólo cuando sea realmente necesario, o sea, cuando empiecen a moverse solos. Conviene elegir uno con tarjeta o con plan control para poder controlar el gasto y no llevarse sorpresas a fin de mes y lo ideal, al principio, es comprar un móvil “para la casa”, no para el chico, y tenerlo apagado en un cajón para que lo use, por ejemplo, cuando va a la librería, o cuando va y viene solo de alguna actividad extraescolar que quede cerca de casa.

Para comprar un smartphone, ponerle un moño y regalárselo para el cumpleaños habría que esperar a la adolescencia, cuando la vida del chico fuera de casa realmente lo amerite, y ejerciendo un control igual al que se tiene, por ejemplo, con las redes sociales.

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