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Las fiestas de fin de año: una oportunidad para reflexionar y ser más tolerante

Por lo general, el final de un ciclo nos invita a reflexionar sobre lo que ya pasó y a pensar en nuevas metas, desafíos y oportunidades para la nueva etapa que está llegando. ¿Cómo lograr que nuestros deseos se cumplan?

Cada año es un ciclo y los ciclos comienzan con nuevas exigencias, alegrías, descubrimientos, desafíos, y significan otra oportunidad para esas cosas que quedaron pendientes.

En este sentido, (y en contextos normales sin pandemias ni aislamiento social) las fiestas pueden significar un momento especial porque inauguran una etapa nueva en la que es inevitable poner en la balanza lo que se ha logrado y lo que no. Es a través de esta evaluación que uno puede darse cuenta si está en el camino correcto para lograr sus objetivos. ¿Se cumplieron aquellos deseos propuestos el año anterior? ¿Es posible reprogramar aquellos que quedaron pendientes para el próximo ciclo?

Mudarse, casarse, hacer un viaje, tener un bebé, cambiar de trabajo, hacer un postgrado, ir al gimnasio o simplemente tener más tiempo libre, son algunas de las metas que una persona suele proponerse para el nuevo año. También se plantean deseos a partir del otro, como por ejemplo que la pareja se comprometa más con la relación, que los hijos estudien con mas dedicación, que el mundo esté en paz y armonía.

El tema es cómo hacer para que estos deseos se cumplan y no queden sólo en enunciados. Lo más importante es saber que el deseo sólo marca la meta, después la tarea consiste en comprometerse y trabajar para lograrlo. Y como la realidad es compleja y cumplir con esos objetivos muchas veces depende de factores que uno no puede manejar, hay que estar preparado porque no es fácil persistir en el camino y seguir adelante a pesar de los obstáculos que se puedan presentar.

Además de las evaluaciones y los deseos para el año nuevo, fin de año es la época por excelencia de encuentros con familiares y amigos. La contracara del amor y la paz son las complicaciones que surgen a la hora de planear cómo, dónde y con quién festejar. Las reuniones familiares ponen al descubierto conflictos latentes que aparecen cuando se deben resolver esas cuestiones. Por ejemplo, en el caso de padres separados, si no han logrado comprender de manera saludable el nuevo vínculo que ahora los junta de otra forma, los hijos deben elegir con cuál de los dos van a festejar.

Y desde lo que se va a comer hasta con quién se va pasar las fiestas, puede convertirse en motivo de peleas y desencuentros. Es por esa razón que se puede pensar en las fiestas como una oportunidad de practicar la aceptación y la tolerancia hacia los demás, sabiendo que el mundo no está siempre cortado a la medida de los deseos propios. Las diferencias existen y no siempre los otros van a responder como uno desea. En consecuencia, evaluar las conductas de los otros a partir de la propia forma de actuar, es un error que puede provocar dificultades a la hora de compartir un festejo o cualquier otro espacio de encuentro.

Las fiestas de Navidad y Año Nuevo son una gran oportunidad para hacer una evaluación del ciclo pasado, para planear el siguiente, para practicar los deseos de amor y paz con uno mismo y con los demás desde una perspectiva más amorosa y compasiva.

Y por qué no, pensar en la vida como un gran deseo, uno donde quepan los mejores anhelos. Porque el deseo energiza y alegra la vida, da la posibilidad de emprender nuevos caminos, de confiar en que los proyectos pueden cumplirse. Esta actitud positiva hace que la comunicación con los demás sea más fluida y amorosa. Por eso es importante que las palabras “deseo”, “paz”, “amor” y “felicidad” no sean sólo enunciados sino una realidad en la vida cotidiana.



Fuente asesora: Lic. Patricia Gubbay de Hanono
Directora de Hémera Centro de estudios
del estrés y la ansiedad

 

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