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Las primeras mentiras

Antes de cumplir los cinco años los niños confunden la fantasía y la realidad y no comprenden el concepto de verdad y mentira. Pueden afirmar como real algo que imaginaron o vieron en la tele debido a las características del pensamiento de esa edad.

Antes de cumplir los cinco años los niños confunden la fantasía y la realidad y no comprenden el concepto de "verdad" y "mentira". Pueden afirmar como real algo que imaginaron o vieron por televisión en un dibujito animado debido a las características del pensamiento de esa edad, que es mágico y fabulador.

Falsear la realidad antes de los cinco años, entonces, puede deberse a un olvido, a una imaginación muy activa o buscar responder a la idea de los padres de que su niño nunca hará nada malo.

Como padres es importante, en primer lugar, dar el ejemplo y no mentirles a nuestros hijos ni hacer de la mentira un recurso cotidiano, porque ellos pueden verlo y tomarlo como modelo. Cumplir con lo dicho y ser sinceros con ellos es fundamental.

En segundo lugar, tenemos que tener en cuenta que hay que generar un vínculo en el cual los hijos puedan contar con sus padres y eso empieza a construirse desde el nacimiento. Los chicos tienen que saber que sus padres prefieren que les digan la verdad para poder ayudarlos o para buscar soluciones juntos en lugar de que les mientan. Si la reacción siempre es exagerada, los niños van a elegir ocultar situaciones en vez de compartirlas y la confianza va a quedar seriamente afectada.

Antes de los cinco años, la manera adecuada de actuar cuando detectamos que los niños no dicen la verdad, es sin enojo y comprendiendo que pueden estar confundiendo el terreno de lo real con el de lo fantástico.

Lo mismo sucede en relación a los amigos imaginarios: hay que entender que tienen una función protectora para ellos y no querer hacerles entender que ese amigo no existe.

En síntesis: no acusarlos, no leerles el cuento del pastor y el lobo –porque no lo van a entender-, no cargar a los pequeños con muchas reglas o grandes expectativas, valorar la honestidad y no excedernos en los retos o en los castigos cuando cometen algún error. Además es fundamental explicarles que si hacen algo que no deberían haber hecho se lo vamos a señalar pero no por eso vamos a dejar de quererlos. 

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