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Los chicos y el miedo a la oscuridad

El miedo a la oscuridad puede manifestarse a la hora de ir a la cama o cuando los chicos más grandecitos se niegan a ir a buscar algo solos a un cuarto que está oscuro. En general ocurre desde los tres años hasta los ocho o nueve años.

Es muy común que los chicos sientan miedo a la oscuridad, sobre todo si desde recién nacidos se los acostumbró a usar una “luz de noche”, porque esta práctica puede llevar a  que, más adelante, cuando esa luz ya no sea necesaria para amamantar o cambiar pañales, los pequeños no acepten apagarla.

El miedo a la oscuridad puede manifestarse a la hora de ir a la cama o cuando los chicos más grandecitos se niegan a ir a buscar algo solos a un cuarto que está oscuro.

En general pueden comenzar a padecerlo alrededor de los tres años  y es normal que suceda hasta alrededor de los ocho o nueve años.

Hasta los dos años, cuando se manifiesta miedo a la oscuridad es importante calmar y acompañar a los chicos, sin retarlos pero observando si se trata de un verdadero temor o de una estrategia para que mamá o papá no los dejen solos a la hora de dormir.

En los chicos más grandecitos, de entre tres y seis años, los “monstruos”, los “fantasmas” y los “ladrones” son algunos de los personajes a los cuales les atribuyen su temor y es bueno conversar tranquilamente con ellos sobre sus miedos. De hecho, existen muy buenos libros para niños en los cuales, mediante un cuento, se relata la historia de un pequeño y su lucha contra los “monstruos”. Pequeños que “descubren” la noche o que espantan  a los monstruos burlándose de ellos hasta tentarse de risa son cuentos a los que se puede recurrir para ayudar a los hijos cuando padecen estos temores.

Y en los niños de más de ocho o nueve años que de golpe comienzan a manifestar este tipo de temor, habrá que analizar específicamente qué hecho de la cotidianeidad puede haberlo afectado (puede ser desde una película que lo asustó, una noticia de un programa periodístico o alguna situación familiar o de la escuela que lo esté perturbando).

Mantener las rutinas para la hora de ir a dormir, organizarse para que la cena sea un momento para disfrutar y compartir en familia, evitar discusiones en la mesa y compartir un juego o una lectura antes de apagar la luz son prácticas que, además de afianzar el vínculo familia, ayudan a que los chicos se vayan a dormir tranquilos.

Ahora, cuando los padres sienten que no pueden resolver una situación y que esta se va cristalizando en el tiempo, es fundamental que consulten con un especialista que pueda orientarlos acerca del mejor camino a seguir para ayudar a que sus hijos pierdan el miedo a la oscuridad y para que este temor no sea un obstáculo para su crecimiento y su autonomía.

Psicología del niño y la familia