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Los libros: una ventana a la imaginación

Leer nos permite volar, creer que por un instante la fantasía se transforma en realidad y nuestra imaginación se libera y dibuja una y mil imágenes, únicas, nuestras, irrepetibles.

Leer nos permite volar, creer que por un instante la fantasía se transforma en realidad y nuestra imaginación se libera y dibuja una y mil imágenes, únicas, nuestras, irrepetibles. De pronto podemos encontrarnos en otro mundo, en otro país, en otra “cabeza”, en otra dimensión. Los libros nos hacen reír, llorar, emocionarnos. Nos abren la mente, nos sensibilizan, nos permiten descubrir culturas, paradigmas, mil y una historias. Nos dan vocabulario. El legado que nos dejan es invaluable.

Desde hace unos años cada vez son más los padres y docentes que están tomando conciencia de lo importante que es introducir a los niños, desde sus primeros años, al mundo de los libros. Y esto se observa en el aumento de consumo de libros infantiles; en la inclusión de un espacio especial para los más chiquitos en las librerías, donde no sólo se ofrece como espacio de venta sino como lugar de detención para que padres e hijos se sienten a descubrir y a compartir libros. Los libros ya ocupan espacio incluso en muchas habitaciones de niños, desde su edad más temprana.

Invitar a nuestros hijos a descubrir a diario el maravilloso mundo de los libros y la lectura es fundamental para abrirles una ventana a la imaginación, una puerta al descubrimiento, a la exploración y a la palabra.

 

Leer en compañía


Leer en la adultez requiere soledad, silencio y tiempo. Leer en la infancia requiere compañía, voces y dedicación por parte de los mayores. Para que un niño pequeño pueda interiorizarse con el contenido de un libro requiere inevitablemente de la presencia de un adulto, como relator.

En los cuentos infantiles las ilustraciones son las protagonistas y hablan por sí mismas, pero el relato del adulto dándole “vida” a las imágenes hacen del cuento una historia mágica, cautivante y por sobe todo cargada de afecto, que contribuye a considerar a la palabra como un instrumento relevante para la comunicación y el disfrute.

 

La lectura es un hábito

 

La lectura es un hábito y es en la primera infancia cuando se sientan las bases de la conducta de manera natural y espontánea.

Los libros deben estar presentes en el día a día, al igual que sus juguetes. Es recomendable armar una pequeña biblioteca infantil accesible para que el niño pueda elegir un libro cuando lo desee.

El niño que empieza a tener contacto con los libros desde muy pequeño, antes mismo de aprender a leer, simplemente ojeándolos, según algunas investigaciones, se encontrará más preparado para los estudios y en la vida de una forma general ya que de este modo se estimula su concentración y su actitud de búsqueda.

Como punto de partida es importante que el niño vea que en su entorno está presente el hábito. Si ve que sus padres leen y disfrutan y que demuestran valoración, interés y respeto por los libros, es muy posible que el niño haga lo mismo. No hay que olvidar que los niños aprenden con el ejemplo y nosotros somos su principal referente.

Es muy importante presentarle al niño los libros a través del juego y no como una obligación ya que el fin principal debe ser el disfrute. El es el protagonista del juego y decide cuando se termina para pasar a otra cosa.

Nuestro rol es en definitiva incentivar su deseo e interés personal por los libros. Para ello nuestra participación activa es fundamental.

 

Una puerta al lenguaje

 

Es sabido que desde el primer día es muy importante hablarle al bebé. Los libros son un excelente medio para enriquecer su lenguaje y su imaginación e invitarlos a comunicarse y a realizar su propia producción. La lectura les aporta pensamiento, vocabulario.

Si bien el niño al principio no comprende que se le dice, sí comprende el “cómo”. Por ello es muy importante el tono con el que nos dirigimos y/o les leemos. No sabemos lo que entienden pero si qué les gusta: hablarles es mucho más que decir palabras. El lenguaje es una manera particular de vincularnos con ellos y de recibir afecto de un modo particularmente humano.

 

Los libros para los más chiquitos


Los libros, igual que los juguetes, también siguen una orientación cuanto a la edad de los niños. Si a un niño de 2 años se le ofrece un libro sin ilustraciones, por ejemplo, seguramente no le va a interesar. Un libro no adecuado a los intereses de la edad del niño, puede quitarle el deseo y el placer de leer o de ojear un libro.

En cuanto el bebé puede sentarse solo ya se le pueden ofrecer libros acordes a su edad para que comience a familiarizarse con ellos como un juguete más a disposición.

¿Cómo deben ser los libros para los más chiquitos?

 

Los libros deben ser muy ricos en imágenes e ilustraciones y deben permitir al niño poder visualizar el relato. Este debe ser simple y no muy extenso.

En una primera etapa los libros deben ser de plástico, tela o cartón duro para que el niño juegue libremente para evitar transmitirles el temor a que los rompa.

Es recomendable que los libros inviten al niño a participar, experimentar e involucrarse. Los niños para aprender necesitan sentirse intencionalmente involucrados en la experiencia.

 

Los libros: Un juguete muy especial


El libro no solo es un fin en sí mismo sino que es una herramienta sumamente rica como disparadora de nuevas actividades y de los juegos más variados

Sonorizar el cuento:

Si jugamos a ponerle a cada personaje una voz particular que lo caracterice, si nos animamos a darle sonido a la tormenta que se acerca, a la puerta que se cierra, al agua que corre…, nos sorprenderemos de cómo el niño se sentirá muchísimo más atraído por la historia. Más aun si lo invitamos a crear a él mismo sus propios sonidos.

Manos a la obra:

Un papel, fibras o temperas son suficientes para invitar al niño a recrear la historia con sus propias manos y adaptarla a sus deseos y necesidades personales.

Abrir el diálogo: es muy interesante ofrecer un espacio de escucha a las preguntas y las opiniones del niño a partir de lo leído, para estimular su espíritu crítico y su imaginación.

Compartir un camino de ida al universo de los libros con nuestros hijos, nos permite poder mirar el mundo aunque sea por pequeños lapsos, con ojos de niño, nos permite poder volar más alto, no perder la capacidad de asombro. El mundo de los más chicos es mágico, irracional, apasionante.

Los libros mantienen nuestras emociones vivas, hasta las más infantiles, a flor de piel, en cada una de sus hojas.


Por Lic. Carolina Micha
Psicóloga especialista en Primera Infancia

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