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Los padres frente a los cambios de los adolescentes: ¿Nació un nuevo hijo?

Reflexiones sobre el vínculo entre padres e hijos adolescentes

Que los padres de los adolescentes habitualmente manifiesten cierto grado de preocupación, no es ninguna novedad. Siempre hay algo que los inquieta y les perturba el ánimo respecto de las prácticas de sus hijos adolescentes. Desde sus horarios de sueño, el uso de la PC y sus estilos de diversión; pasando por las obligaciones escolares, la sexualidad, el humor cambiante, la hipersensibilidad y hasta  incluso, su higiene personal. Por supuesto, a estas preocupaciones, se le suman las referidas a los riesgos que el contexto y la sociedad actual conllevan.

Muchas veces hemos oído hablar de las crisis de los adolescentes, de la psicología evolutiva propia de esta etapa y la tan divulgada -y banalizada- búsqueda de la identidad. Pero en esta oportunidad, me interesa reflexionar sobre el movimiento interno y la crisis que también los padres atraviesan, por ser padres de adolescentes y lo que esto implica.

Un hijo que llega a la adolescencia obliga al padre a reubicarse frente a él. Considero que no es suave el temblor interno del padre que va tomando contacto con los cambios que manifiesta su hijo. La sensación es de extrañeza y de confusión. Personalmente recuerdo haber coordinado un taller de reflexión con padres en donde una mamá dijo: “Pareciera que nació un hijo nuevo”. Creo que esta expresión sintetiza la perplejidad del padre frente a un joven que se impone muy diferente al que era hasta hace poco tiempo atrás.

Y en realidad, este hijo ha crecido junto a la familia pero los padres sienten que se vino el tiempo encima. El niño que era, presenta ahora conductas diversas y un cuerpo de estreno que comunican que hay algo que ha ocurrido y que es del orden del cambio, del crecimiento, de la Vida…Desde los adolescentes aparecen espacios más íntimos y más resguardados, espacios propios celosamente cuidados; un cuerpo que no se expone como en la niñez, pero que se mira, se siente y se adorna de manera especial. Toman importancia las críticas, los sentimentalismos, la irritabilidad, la curiosidad, la inestabilidad… Todos ingredientes propios de un movimiento afectivo que invita a los padres a realizar una exigente adecuación y a procesar estos cambios.

En los talleres, los adultos frecuentemente comentan:- “No sé cómo tratarlo”, “Para todo tiene un argumento”, “Siempre dice que no tiene nada que estudiar y después tiene notas bajas”, “Se queja de que todos sus compañeros tienen permisos y él no”, “Mi hijo se volvió monosilábico”, “Le gusta usar las zapatillas con los cordones desatados”, “Molesta la hermanito más chiquito todo el día” … Y un sin número de expresiones que dan cuenta de la complejidad y la incertidumbre que generan en el padre los cambios del hijo.

Dada así la situación, si preocupa la adolescencia de los hijos es porque también implica una exigencia de reacomodación en el vínculo;  porque desde la naturaleza de las nuevas adquisiciones del joven, éste invita a sus padres a una nueva posición y a reinventar nuevas estrategias para acercarse y seguir siendo referentes de él.

Podríamos decir entonces – jugando con las palabras-  que preocupación refiere también al “antes” de “ocupar” un lugar, antes de ubicarse en una posición en particular. Seguir siendo padre, pero padre de un adolescente es una nueva “ocupación” en el tramado del vínculo. Y es desde donde se ha de poder dar lugar a las nuevas necesidades del adolescente: escuchar la demanda propia de esta etapa y no declinar en el rol a pesar de tamaña exigencia.

Por lo tanto, si hablamos de crisis adolescente, también hablamos de crisis en los padres de los adolescentes, haciendo referencia  al movimiento afectivo que los adultos deben realizar para ubicarse en esta nueva posición u “ocupación” en relación al hijo y que es también motivo de preocupación.

Una crisis siempre da cuenta de una dificultad. Pero a pesar de las complicaciones  por estos movimientos en el  vínculo de padres e hijos adolescentes,  sabemos que se están generando modificaciones que son muy importantes. Tanto, que son del orden de lo decisivo y trascendental, en perspectiva de crecimiento. Y no sólo del hijo… también del padre.

Por lo tanto, para pensar la crisis de los adolescentes y las preocupaciones de los padres, no debemos olvidarnos de la crisis afectiva que atraviesa el adulto en su subjetividad cuando el paso del tiempo  y las naturales transformaciones en el joven lo invitan a ocupar un nuevo lugar como padre en el vínculo con su  hijo.


Lic. María Elena Prenafeta
Fundación Proyecto Padres

Adolescentes Psicologia, educación y familia