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Los preadolescentes y el manejo del dinero

A partir de los ocho años –especialmente las chicas, después- entran en la preadolescencia, una etapa en la que se creen grandes y la independencia que van logrando también se ve en su relación con el dinero, que utilizan cada vez más.

Lleva plata a la escuela para pagar el comedor o para el recreo. Una familia amiga lo invita al cine y sus padres le dan algo de dinero para que él compre pochoclos. Va solo hasta la librería a comprar los elementos que necesita. Para el preadolescente, el dinero es un elemento que va entrando poco a poco en su vida y que representa la independencia que tanto anhelan cuando desean convertirse en adolescentes.

¿Cómo tienen que manejarse los padres con estos chicos que demandan dinero pero que, a la vez, todavía piden que les lean un cuento de vez en cuando?

Es tarea de los padres ayudar a los chicos para que vayan incorporando el uso del dinero de a poco: desde chiquitos se puede hablar de compras y vueltos (“El verdulero dice que son diez pesos, ¿qué billete le doy?”), aclarar en cuanto surja la oportunidad que si bien los padres “sacan plata del banco” esta fuente no es infinita y que se “recarga” con el sueldo de cada mes, conversar con ellos acerca de los distintos momentos que atraviesa la economía familiar según la altura del mes en la que se encuentre: se cobra, se pagan los gastos y a veces, a fin de mes, hay que ajustarse un poco. Sin hacerles pensar a los chicos que mañana no va a haber dinero para comprar comida, es importante que vayan reconociendo que la plata “no crece en los árboles” y que a mamá y a papá les cuesta trabajo ganarla.

Cuando todavía no salen solos y ellos acompañan a sus padres a hacer una compra, es bueno que “paguen”, que entreguen el dinero y reciban el vuelto aunque no entiendan de qué se trata: eso va a sentar las bases para que, siendo preadolescentes, sepan con qué billete pagar cuando van a la librería, calculen cuánto vuelto deben recibir y sean capaces de reclamar el ticket o la factura correspondiente.

Si los padres pueden, es conveniente que los chicos reciban, aproximadamente a partir de los 8 años, una suma de dinero fija que puede ser semanal o mensual y que ellos podrán utilizar como quieran, siempre dentro de ciertos límites (por ejemplo, no gastar todo en golosinas porque no sería saludable, no regalar dinero, etc.). Cuando comienzan a recibir este dinero, lo primero que hacen los chicos es correr a gastarlo en lo primero que se les ocurre. En la medida que pasa el tiempo, se van dando cuenta de que si lo van juntando pueden comprar en algunos meses de ahorro ese juguete que tanto les gusta y la actitud de “despilfarro” inicial pasa a convertirse en un “ahorro estricto”. Ninguna de las dos actitudes deben asustar a los padres ni ser motivo de enojo: forma parte de un aprendizaje normal. La preadolescencia suele ser la etapa del ahorro, ya que los chicos se dan cuenta de que si no lo gastan de a poco, pueden  comprar los juguetes o la ropa que desean.

Muchas veces sucede que, a esta edad, los chicos tienen una alcancía de dinero en efectivo a la que los padres suelen recurrir en momentos de “emergencia”. Por lo general, a los chicos no les gusta esto, pero haciéndolo bien y explicándolo, pueden comprenderlo: siempre que se saque dinero de la alcancía hay que avisarles, nunca hacerlo a escondidas, y siempre poner un papel con el monto retirado para después devolverlo. Si esto funciona, de a poco los chicos van a entender que pueden colaborar en un momento en el que, por ejemplo, no hay cambio en la casa, y que siempre se les reintegra lo que prestaron.

Con respecto al monto de esta mensualidad, dependerá de lo que cada familia considere posible y razonable, porque más allá de que haya un muy buen pasar económico, no es lo más adecuado que un chico de 10 años reciba en el mes lo que gana un adulto que trabaja.

La relación de los chicos con el dinero irá en aumento en la medida que crezcan: al principio lo usarán sólo para comprar en el recreo, después tendrán su mensualidad, saldrán a comprar y, más tarde, cuando alrededor de los 13 empiecen a encontrarse con sus amigos en el cine, llevarán plata para su entrada y la gaseosa o la comida que vayan a consumir.

Este dinero puede salir de su mensualidad o pueden recibirlo aparte, charlando con los padres acerca de cuánto van a necesitar para cada salida en particular, llevando un registro y haciendo, a fin de mes, un cálculo del gasto total para poder llevar un control, tal como hacen los adultos con sus cuentas. Si hay excesos, es útil que los adultos hagan un cálculo, les entreguen un dinero por mes y les expliquen que no habrá más dinero que ése para salidas: si se les termina a mitad de mes, se quedarán 15 días sin salir. De ese modo, los chicos irán aprendiendo a controlar sus gastos.
 
Y si bien hay cuestiones generales que se pueden señalar, cabe aclarar que el manejo del dinero revela una ideología familiar, el modo en el que se elige educar a los hijos, los límites que se consideran necesarios y, por supuesto, está limitado por las posibilidades económicas de cada familia.

Adolescentes Psicologia, educación y familia