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Poniendo límites

Una de las tareas más importantes y a la vez más difíciles para los padres es la de poner límites", aunque sabemos que es "por el bien de ellos"

Introducción

La cuestión de los límites en la educación de los hijos suele ser un tema recurrente en conversaciones espontáneas de la pareja entre sí, o con otros padres y también resulta un tema convocante en instituciones educacionales.

Si bien en general se reconoce la importancia de establecer límites, cómo y cuándo introducir los "noes" son preguntas frecuentes cuyas respuestas se encuadran en un contexto más general que tiene que ver con los valores de los padres y de la sociedad y con la circunstancia particular de cada familia. Comentarios de los abuelos del estilo "cuando ustedes eran chicos no dejábamos que hicieran tal o cual cosa", ponen de manifiesto la diferencia que surge del contexto histórico- social.

Por otra parte, la evolución de los niños demanda en sus etapas distintos tipos y modalidades de poner límites.

Paso a paso

Cuando el niño es recién nacido, ir poco a poco estableciendo horarios de alimentación y sueño evita un innecesario incremento de su ansiedad. De esta manera se le asegura que sus necesidades serán satisfechas en un tiempo y contexto familiar para él. Establecer horarios de alimentación y sueño no es un agravio a su libertad sino que lo cuida y genera la estabilidad necesaria para su crecimiento.

Cuando el niño se desplaza por su cuenta y comienzan sus juegos, también es preciso que tenga un marco y no transforme toda la casa en su lugar de juego. Así como no son saludables las restricciones a su necesidad de explorar, tampoco lo es una libertad indiscriminada, que no defina marcos temporales y espaciales a su juego: si bien es importante que uno permita que juegue con agua, no es necesario que sea encima de la alfombra o cinco minutos antes de salir.

En cualquier etapa del crecimiento, el "no" se instala sobre una base de "sí", los límites se construyen del interjuego entre el permitir y el prohibir. El permitirle al bebé explorar, tocar, chupar, jugar con cacerolas, cucharas, envases plásticos, trapos, es la base para decirle que no frente al uso de objetos que podrían lastimarlo o que preferimos preservarlos lejos de su alcance.

Proporcionarles un vínculo confiable, sostenerles su cotidianeidad, les permitirá decirles luego que ya pueden soltarse.
Es fundamental en relación a este tema el lugar del padre como el primer límite para el niño en la relación con su madre, ya que su presencia representa un lugar diferenciado frente al estrecho vínculo inicial entre la madre y su hijo.

Sus intervenciones ayudarán al niño a "soltarse" y continuar su crecimiento. Es significativo para el niño que el padre se ponga firme y diga "no", siempre y cuando antes se haya "ganado " este lugar en su compromiso en el vínculo con su hijo. Los límites mecánicos no sirven de nada y el temor obtura el crecimiento.

Si explicamos, se entiende mejor

A medida que el niño va creciendo, el "no" va acompañado de una explicación que irá facilitando la internalización del límite y permitiendo anticiparse a la situación. A partir de los dos años, esta anticipación puede "preparar el terreno" para la aceptación del límite": ... podés terminar de cambiar a las muñecas y después vamos a bañarte", "el último cuento y después a dormir..."

Por otra parte, a partir de los 2 años aproximadamente, son ellos quienes comenzarán a verbalizar sus límites al mundo externo en torno a sus necesidades y podrán decirle "no me gusta" a un compañero frente a alguna agresión.

Pero esto no implica que puedan decidirlo todo: en una oportunidad escuché comentar a una maestra jardinera que una madre le pidió que le diera el remedio a su hijo en el Jardín ya que no quería tomarlo en la casa, y que otro niño llegaba reiteradas veces tarde al Jardín porque "daba muchas vueltas para decidir lo que quería ponerse".

Dejar en manos de los niños la decisión del cuidado de su salud y la adaptación a la rutina del horario escolar es un descuido que aumenta su ansiedad, ya que no les permite que descansen en el adulto las decisiones de su cuidado.

En este sentido, son los padres quienes definen los horarios de alimentación, sueño, exposición frente a la TV, salidas, etc., aún cuando no estén presentes y los niños queden con sus abuelos o niñeras, ya que más allá de las diferencias de estilo, es necesario que no se generen confusiones entre las personas que están al cuidado del niño.

Poner límites no es una tarea sencilla, pero es saludable: implica comprometerse en el vínculo con los hijos. Por eso, los límites deben ser establecidos por aquellos en quienes se puede confiar y al mismo tiempo desafiar, sin que por ello corra riesgo la relación.

Lic. Guillermina Petit de Meurville
Licenciada en Psicología (UBA).
Coordinadora de Recursos Expresivos (Instituto de la Máscara).
Psicóloga Clínica. 
 

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