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¿Por qué llora el bebé?

De pronto un sonido irrumpe en nuestras vidas de una manera especial. No viene solo, no es de la casa de al lado, no se apaga con el control de la tele, ni tiene una lógica precisa. Llega generalmente casi al mismo tiempo del hijo que nace de nuestra panza –o de la panza de nuestra mujer según quién lea la nota- y nos alegra en un principio porque confirma que todo anda bien, que el bebé y sus pulmones funcionan.

Primero es un placer


Nadie lo duda, primero es la certificación de la dicha que nos embarga, pero de a poco, se puede transformar en una pesadilla. Con las horas y los días y luego, más allá, en la vida en general, el llanto será nuestra música de cámara, nuestro coro, nuestra pista sobre la cual intentaremos hacer una vida con cara de que nada ocurre, que no sea lo que queremos que ocurra.

El llanto se incorpora de una manera tan extraña, que llega a enmudecerse para los oídos de los destinatarios principales de esa música. Todo el mundo tiembla alrededor, y los padres en cuestión suelen estar menos sensibles.

Nos surgen varias preguntas:

  • Es esta una sordera voluntaria?
  • Es la única forma de sobrevivir a tanto batifondo?
  • Es una defensa natural?
  • Por qué llora el bebé? Sería la pregunta por excelencia.
  • Qué quiere?
  • Qué busca?
  • Qué reclama?
  • Hay bebés que lloran más que otros?

Somos los padres más o menos capaces de decodificar ese idioma, que olvidamos cuando dejamos de “hablarlo” desde niños…

 

Todos los bebés tienen que llorar


Es verdad, todos, sin excepción. Aunque esto tiene un lado positivo, y un lado negativo. El positivo, es que el llanto le permite al recién nacido una vía de expresión no solo de requerimientos básicos sin la satisfacción de los cuales su vida peligra, sino también la expresión de su emotividad.

Es así que mediante el llanto, el bebé canaliza temores, aprensión, cansancio, estrés, disconformidad, aburrimiento, pide también no solo comida, abrigo, sino: UPA, cariño, abrazo, oso…

Previo al desarrollo de un lenguaje verbal el niño puede “hablar” llorando.

La parte negativa de la cuestión es que muchos papás y mamás tienen aversión al llanto, y lo relacionan siempre con sufrimiento, dolor o tristeza y además lo toman como desaprobación a su tarea, y se abruman entonces con la idea de que “algo” está fallando en el desempeño de su rol de padres.

Tal vez sea verdad que haya bebés que lloran más que otros, pero también vemos papás con menos fluidez en la resolución de los conflictos pequeños, menos facilidad para solucionar situaciones, se complican, buscan sentidos más profundos, y suelen ponerse a pensar en el llanto como un destino que les toca “sufrir” en lugar de atender, estar y habilitar para que todo siga su curso.

Muchos se enojan con los bebés o lloran con ellos, con lo cual tenemos dos o tres bebés, en lugar de unos adultos que crían a un niño.

 

Algunas claves

- Cada vez que el bebé llora no es porque esté triste.

Algunas veces sí , y la mayoría de las veces no. Solo quiere avisar algo:

  • “Me desperté y no me vieron”
  • “No me gusta boca abajo (o boca arriba)”
  • “No sale mucha leche de esta teta”
  • “El agua está fría (O caliente, o quema)”
  • “Hace calor aquí”
  • “Me aprieta el pañal en la pierna izquierda…”


- Hay llantos declarados y llantos que son como palabras sueltas.

Muchos bebés quieren “dialogar” aún desde muy pequeños, vocalizan, juegan con los sonidos. No siempre están quejándose de algo. Sirve muchas veces copiar el sonido y “seguir la charla” aportando preguntas que “prestan” un sentido.

- Muchos bebés lloran porque están cansados.

Sería bueno respetar ciertos ritmos de descanso. Los bebés son amigos de algunas rutinas, y desde el principio les podemos inculcar las que queramos, que de paso pueden favorecer a nuestra organización para “vivir” un rato.

Por ejemplo, una siesta a media mañana. Existe el estrés en los bebés y podemos evitarlo.

- No dejar que el llanto se transforme en un “arma”.

Si tememos al llanto del bebé, él se dará cuenta de esto y se armará un círculo en el cual papás y bebé estarán condenados a pasarla mal.

Si solo para que deje de llorar, accedemos a cualquier cosa y esto hace que el bebé tome el lugar de decidir qué se hace y qué no, estamos en problemas. Un bebé no puede decidir. Los padres deben favorecer a su bienestar siempre con la conciencia de qué es bueno para él y para todos.

No “para que pare de llorar”, le damos cualquier cosa y Ya!

Mamás distraídas


Pasa muchas veces que las mamás se “encierran” en una espacie de cápsula invisible que les permite seguir con algo de “su vida” mientras el bebé crece. El tema es que cuando las mamás se ausentan, estando presentes, los chicos lo advierten , aunque sean muy pequeños y protestan -a su manera- para que la mamá se haga presente en cuerpo y alma. Depresiones ocultas, disimuladas, o que pasan desapercibidas, pueden ser la causa de este mecanismo.

Mujeres que aceptan su nuevo lugar de madres sin pasar por los procesos internos necesarios como para que esta aceptación sea profunda y placentera.

Muchas veces es necesario recurrir a un especialista, ya que atendiendo a la mamá, el bebé “mágicamente” deja de ser un bebé “llorón”, como en general ellas lo describen. No es magia, se revisa el vínculo, se apuntala y orienta a la mamá, y las cosas cambian.

También suele suceder que el bebé llora como síntoma de dificultades no explícitas o no atendidas en la pareja. Otra vez parece que el bebé y su llanto fueran la causa del conflicto, pero es habitual que sea al revés, que el llanto en sí sea la consecuencia de esa dificultad entre los padres.

 

Moraleja


Los bebés deben llorar, un bebé que no llora tiene algún problema que le impide conectarse con el mundo que lo rodea. Hay diferentes mensajes encerrados en el llanto de un niño. La decodificación más certera corresponde a los adultos que lo rodean diariamente. El conocimiento del bebé en tanto pasa el primer tiempo de vida es también de ayuda para dar sentido a estos mensajes.

Los padres deben ser permeables y estar atentos para armar estos sentidos y entender lo que el hijo quiere decir, ese será el inicio de un desafío comunicacional que es para toda la vida.

No hay que apresurarse, ni tratar de que el bebé consiga lo que quiere a toda costa, ni mucho menos evitar que llore dándole de comer antes de que tenga hambre o “adivinando” sus deseos. Hay que favorecer el desarrollo de ese deseo mientras el niño aprende a pedir. Para pedir primero debe aprender a querer.

No nos asustemos del llanto de nuestros hijos, atendámoslos con paciencia amor y buena predisposición, y si no nos sale del todo bien, pensemos que estamos aprendiendo juntos de qué se trata esto de ser una familia y que si no podemos solos, alguien nos puede ayudar!

Bebés Crianza, familia y educación El recien nacido

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