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Saber perder: una enseñanza muy importante

Enseñarles a los chicos a saber perder es clave para que, a medida que crecen, puedan enfrentar y superar esas situaciones donde las cosas no salen como lo esperaban.

Cuando un niño está jugando, en realidad está aprendiendo sobre la vida. El juego es clave, entre otras cosas, para que comprenda que en la vida hay veces que se pierde y otras que se gana, que uno no siempre consigue lo que quiere cuando lo quiere y que nadie es menos inteligente porque perdió ni superior a los demás porque ganó.

Si a un niño le enseñamos que el que pierde es “tonto” y lo humillamos, lo comparamos con otros “mejores” y nos burlamos de él, lo único que estamos haciendo es quitarle la posibilidad de aceptar que perder es simplemente una alternativa más en la vida, que uno no es menos porque pierde ni lo van a querer menos por tal razón y que así como perder, también puede ganar. A su vez, le estamos quitando la posibilidad de saber ganar y de disfrutar, ya que en lugar de poner el énfasis en su esfuerzo o su suerte, en el disfrute del juego y de compartir con otros un momento divertido, le estamos enseñando que hay que ganarle a los demás para ser el mejor, o no ser el peor.  

Cuando en lugar de poner el foco en el resultado lo ponemos en el proceso, en todo lo que abarca jugar, en lo que hizo bien y en lo que puede mejorar y le enseñamos a aprender a disfrutar cuando gana, para después poder “bancársela” cuando pierde, le estamos dando las herramientas para superarse a sí mismo y valorar el propio esfuerzo y el de los demás.

Esta es una enseñanza que se puede aplicar a cualquier edad, y que comienza ante esas primeras frustraciones, donde el chico va encontrando, de la mano de sus padres, las herramientas para tolerarlas entendiendo que hay cosas que no se pueden y que es normal que así sea.

Durante el juego los padres podemos crear experiencias donde el chico pueda sentir que gana y felicitarlo diciéndole, por ejemplo, “Mirá qué buenas cartas que te tocaron” “Metiste muchos goles, qué bien jugaste!” etc., así como experiencias donde pierda y poder decirle “¿Viste que yo no me enojé cuando perdí? A veces uno gana y otras pierde”, y que entendemos su enojo o tristeza pero que son cosas que pasan, que ya habrá otra oportunidad.

También ayuda ser autorreferenciales cuando lo vemos triste porque perdió. Explicarle que a nosotros también nos sucede, que a veces las cosas nos salen mal y otras nos salen bien, que también hemos perdido y nos hemos sentido tristes por eso, de manera que comprenda que no es algo que solo le pasa a él, sino que en la vida adulta también sucede, que es posible superarlo y que podemos entender su angustia, pero sin sobredimensionar el hecho.

No hay que olvidar que, como adultos, somos modelos frente a ellos tanto en el manejo de situaciones positivas como en el de situaciones negativas. Entonces, si actuamos en contra de lo que le decimos insultando al jugador que se erró un gol, humillando al equipo que perdió o enojándonos mucho cuando nosotros perdemos, no podemos esperar que nuestro hijo actúe de una manera distinta.
 

Asesoró: Lic. Alejandra Libenson, psicopedagoga,
autora de Criando hijos, creando personas y Los Nuevos Padres

Niños Crianza y familia Psicología del niño y la familia Adolescentes Psicologia, educación y familia