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¡Yo solito! La frase preferida de los dos años

El niño de dos años descubre el mundo y también descubre que su voluntad puede ser distinta de la de sus padres, por lo que empieza a querer diferenciarse de ellos. Esta creciente necesidad de autonomía se ve reflejada en la frase ¡Yo solito!

Un poco antes y un poco después de soplar las dos velitas, el bebé va pasando a ser un niño tanto por los logros en el lenguaje y la motricidad como en los avances respecto a los elementos típicos del bebé, como son el abandono del chupete y del pañal (que puede ocurrir cerca de los tres años).

El niño de dos años descubre el mundo y también descubre que su voluntad puede ser distinta de la de sus padres, por lo que empieza a querer diferenciarse de ellos. Esta creciente necesidad de autonomía se ve reflejada en la frase ¡Yo solito! o ¡Yo puedo solito! que, con sus variantes y su media lengua, suele aparecer en todos los chiquitos de esta edad.

Como padres, es importante respetarles el deseo de hacer las cosas por sí mismos siempre que esto no implique un peligro: podremos dejarlo que se vista solo, pero no que prenda el fuego de la cocina o que cruce la calle o baje una escalera empinada sin estar tomado de la mano de un adulto.

Las ocasiones en las que, por seguridad, se les niega la posibilidad de hacer alguna cosa solos, o las veces en las que ellos mismos se dan cuenta de que no pueden y que necesitan la ayuda del adulto, por lo general terminan en un berrinche.

No hay que tomar estos berrinches como “caprichos”, sino que hay que entenderlos como la forma que tienen los niños de esta edad para expresar el descontento que les provoca la contradicción entre su deseo de independencia y su realidad de dependencia.

Como norma, nunca hay que ceder ante los berrinches, porque si se hace esto los chicos van a aprender que gritando, pataleando y llorando pueden conseguir lo que quieren. Y para ser coherentes y para no verse en esta situación, es muy importante que los padres reserven el “no” para cuestiones de tal importancia que no se pueda pensar en un “sí”. Por ejemplo, por más que el nene llore y patalee, a nadie se le ocurriría darle el cuchillo para que pele solito su manzana.

Si bien “ahorrar el no” es muy útil en la educación de los chicos y puede evitar algunos berrinches, hay que tener en cuenta que a la edad de dos años el llanto y el enojo pueden ser fruto de haberle dado el permiso para, por ejemplo, atarse solo los cordones, y que el niño se dé cuenta de su falta de capacidad para hacerlo, lo que le genera una gran frustración que no puede manifestar de otra manera.

En síntesis, al “Yo solito” hay que darle espacio siempre que no implique un peligro para el niño y hay que reservar el “no” sólo para las cuestiones vinculadas con la seguridad de sí mismo, de los otros o aquellas que pongan en peligro algún objeto preciado. Y frente a las reacciones negativas del niño, hay que ser firmes sosteniendo ese “no” y hay que consolarlo cuando se da cuenta de que no puede, sin enojarse y explicándole que ahora puede hacer algunas cosas y que cuando sea más grande podrá hacer muchas más.

Bebés Crianza, familia y educación