Pasar al contenido principal

¿Qué es el ADD?

El Trastorno por Déficit de Atención(ADD), que puede incluir o no Hiperactividad(ADHD) es el nombre que se le da a un conjunto de conductas como la dificultad para concentrarse, para sostener la atención, la tendencia a la impulsividad y otras.

El Trastorno por Déficit de Atención (ADD), que puede incluir o no Hiperactividad (ADHD) es el nombre que se le da a un conjunto de conductas que se califican como “síntomas” porque son molestas o disruptivas en la escuela o en casa. Estas conductas son, entre otras, la dificultad para concentrarse, para sostener la atención, para permanecer quieto o callado y la tendencia a la impulsividad –o sea, a actuar antes de pensar y a la falta de previsión y anticipación de las situaciones, así como a la falta de reflexión sobre las consecuencias de las acciones u omisiones-.

Así, son tres las áreas que se indagan para decidir si un chico tiene este tipo de trastorno: su capacidad de atención, su nivel de actividad y su posibilidad de controlar los impulsos.

Este trastorno, que se empezó a diagnosticar y medicar en Estados Unidos, llegó a la Argentina para quedarse, a pesar de que muchos especialistas consideramos que el ADD no existe, sino que es la agrupación de una serie de “síntomas” que, o bien son conductas esperables en los niños, o son la expresión de alguna situación más profunda, por lo general ligada más a lo psicológico que a lo médico.

Porque los posibles síntomas en relación a estas tres áreas son infinitos, y de hecho llegó a circular en varias revistas una especie de test que, sin ningún rigor científico, ponía a los padres ante una larguísima serie de conductas para que evaluaran si su hijo padecía el trastorno. Lo cierto es que cualquier persona que tuviera un hijo –con todo lo movedizo, inquieto, impulsivo y charlatán que puede ser cualquier chico- terminaba el test pensando que su hijo padecía ADHD.

De hecho, no sólo que no se conocen con exactitud las causas de la  supuesta sintomatología, sino que además no hay ningún estudio a través del cual se pueda verificar el trastorno: no sale en los encefalogramas ni en las tomografías ni en los análisis de sangre.

El peligro de diagnosticar y medicar –la Ritalina es la droga “estrella” para estos casos- a un niño supone varias cuestiones, todas ellas peligrosas:

  • Le dice al niño que los problemas se solucionan con una pastillita –y se deja la puerta abierta a toda una vida de adicciones-.
  • Le dice a los padres que los síntomas del niño no tienen nada que ver con ellos, con lo que la reflexión sobre los vínculos y la funcionalidad o disfuncionalidad de la familia queda al margen.
  • Le dice a las escuelas y a los docentes que no deben tomarse el trabajo de ayudar a estos chicos, de reunirse con sus padres, con los especialistas que lo atienden y de buscar estrategias para trabajar en conjunto: con recordarles que tomen la pastillita, alcanza.
  • Le dice a los médicos que una sumatoria de síntomas pueden ser igual a ADD o ADHD y que a ese diagnóstico le corresponde tal medicación. No les dice que deben hacer un diagnóstico multidisciplinario para estudiar la singularidad y complejidad de ese niño y esa familia en particular antes de recetar.
  • Les dice a los laboratorios que han encontrado un excelente nicho en el mercado y que deben seguir explotándolo: la producción de droga aumentó más de un 700 por ciento de 1990 a la fecha.

Y si con esto no es suficiente, habría que señalar que los mismos profesionales que avalan la existencia y la medicación de estas “patologías”, están dando señales de alarma por la “sobre-medicación” y por los diagnósticos errados que hasta ellos ven en los consultorios.

Es indudable que como padres, como médicos, como psicólogos, como psicopedagogos, como maestros y como personas, debemos pensar muy bien antes de darle a un chico una droga estimulante que sirve para poner más atentos a todos los niños a corto plazo, pero de la cual no se conocen los efectos a largo plazo.

Niños Educación y estimulación