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¿Cómo me comunico con mi bebé que está en mi panza?

Al explorar en los últimos años los canales de comunicación con la vida intrauterina, una de las cuestiones que me asombró fue la distancia que a veces se instala entre la madre y el hijo que está gestando. Entonces, es necesario explicarle a la mujer que el hijo está dentro del cuerpo y, en algunos casos, parece que debiera verificarlo con la imagen ecográfica.

En esta distancia interviene el clima emocional que rodea al embarazo como también la historia de cada una en tanto "habitante de su cuerpo". La libertad para atender sensaciones y emociones permite tomar conciencia de los cambios que produce la gestación.

También interviene la barrera que dibuja el temor dentro del cuerpo, inmovilizando y tensionando áreas musculares y regiones enteras que de este modo nos apartan de los cambios internos. La observación y reflexión acerca de estos temas me llevó a imaginar el desarrollo intrauterino de un bebé como una instalación e inmersión en climas energético-emocionales que contienen las transformaciones biológicas y la puesta en marcha de los sistemas fisiológicos en la medida en que se desarrollan.

Las primeras estructuras embrionarias conforman una material vibrátil que, a corto plazo, se organiza mediante el ritmo del pequeño corazón, que con sus latidos comanda la estructura de vida del habitante del útero y lo coordina con los ritmos internos del cuerpo materno. Este acompasamiento imprime en nuestra protohistoria, seguramente, el sentido arcaico de los ritmos que permite sincronismos con el cuerpo que nos recibe y, desde allí, con las circunstancias de la vida en la Tierra.

Cuando un bebé habita el cuerpo-casa, se despliega un plan asombroso de organización embrionaria en simbiosis con el cuerpo femenino. El embrión se instala en la continuidad del "tam-tam" del corazón materno.

A partir del primer mes de gestación, el corazón embrionario en formación incorpora sus "tam-tam-tam" en los ritmos del cuerpo-casa, y el sentido del ritmo se afianza como cauce de la memoria de nuestra especie.

Al acompañar a una mujer durante su gestación, mi propósito es que lo más temprano posible -luego de las primeras etapas de elaboración de la realidad del comienzo del embarazo- se disponga a un encuentro íntimo desde lo más profundo de su ser con la nueva vida que alberga en su cuerpo. Simultáneamente, si el hombre está, propongo que esta tarea sea compartida a través del acercamiento a estas percepciones que la mujer puede transmitirle verbalmente en un primer momento, y luego mediante el contacto desde los sentidos, la voz y la música en ejercicios que combinan ternura, paciencia, contención, y generan confianza para recibir la nueva vida.

Todavía hay muchas mujeres -y más hombres- que preguntan si las emociones de la madre afectan de algún modo al bebé. Suelo responder que el bebé es un habitante que se instala en el cuerpo de la mamá y lo convierte en un cuerpo-casa, y nada de lo que suceda en la casa le es ajeno.

El bebé evoluciona inmerso en los climas energético-emocionales y esto forma parte de su historia inicial antes del nacimiento. Movimientos, luces y sombras, sonidos, voces, estados internos, y contactos a través de las fronteras de la piel, producen miles de constantes intercambios que involucran al bebé, activan reacciones de desplazamiento, despertares de ensueños intrauterinos y graban caracteres durante la gestación que luego se desplazarán atravesando ciclos vitales.