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Buenos modales en la mesa: la pelea cotidiana

“Agarrá bien el tenedor”, “Comé con la boca cerrada”, “¡Usá la servilleta!”... El eterno discurso paterno a la hora de la comida suele transformar lo que debería ser un buen momento en una tortura para ambas partes.

“Agarrá bien el tenedor.”, “Comé con la boca cerrada.”, “¡Usá la servilleta!”... El eterno discurso paterno a la hora de la comida suele transformar lo que debería ser un buen momento en una tortura para ambas partes: los chicos sufren por los retos, los padres se ponen nerviosos y todos terminan atragantados y deseando que el momento de la comida pase lo más rápido posible. ¡Justamente ésa, que suele ser una de las contadas ocasiones en las que la familia puede reunirse a pleno, cuando hay que encender el diálogo y apagar el televisor!


¿Vale la pena enseñarles a los chicos buenos modales en la mesa? ¿No sería más fácil dejarlos comer como quieran y evitarnos un mal momento?


Sí, seguramente sería “más fácil”, así como también sería más fácil no tener que vacunarlos y, sin embargo, lo hacemos y los contenemos en ese momento porque comprendemos su importancia.


Entonces, como padres se nos plantean dos cuestiones:

  1. Por qué enseñar buenos modales en la mesa.
  2. Cómo hacerlo.

Los “buenos modales” en la mesa son, sin duda, una cuestión cultural, de ningún modo una cuestión universal y entre mi abuela que le ponía libros debajo de los brazos a mi papá para que no “volara” cuando cortaba y una persona con la que resulte desagradable compartir una comida, hay muchos puntos intermedios.
 

A través de los tiempos el hombre ha pasado de comer con las manos a inventar “herramientas” específicas para esta necesidad y hoy en día podemos observar que en diferentes culturas los parámetros de lo que se considera correcto a la hora de sentarse a comer pueden ser muy diferentes: entre el eructo que elogia la comida hasta los seis cubiertos, tres copas y sorbete de limón entre plato y plato se despliega un abanico de posibilidades.


Pero todas estas realidades pueden ser conversadas con los chicos y hasta pueden ser “un cuento” que les despierte interés en este punto. Comer de acuerdo a las normas de nuestro medio social es un aprendizaje que forma parte de la socialización y que es tan importante como aprender fórmulas de saludo y despedida, por ejemplo. Más allá de ser un mero capricho de los padres, tiene el valor de toda adquisición de pautas culturales.


Aunque en su vida cotidiana tal vez no use cuchillo de pescado, saber usarlo “suma”, es un plus. De más grandes, enseñarles el orden en que se usan los cubiertos cuando hay más de un par, cómo se cruzan al terminar de comer y dónde debe colocarse la servilleta durante la comida son saberes que hacen a la educación de nuestros hijos.

También, dentro de la medida de las posibilidades de cada familia, es recomendable llevarlos a algún buen restaurante, donde se enfrente con situaciones que no son las cotidianas en casa. Así, si el maitre se lleva sus abrigos, no van a pensar que se los están robando.


Si nuestros hijos aprenden buenos modales y de grandes almuerzan parados frente a la heladera, tomando del pico, no importa: no lo usa porque no lo necesita, cuando tenga que ir a un almuerzo de trabajo, va a contar con ese conocimiento.


Ahora, la cuestión es cómo, porque lo importante es no darle más trascendencia de la que tiene.


A veces los adultos ponemos en este tipo de cuestiones domésticas y cotidianas con los hijos el estrés y el cansancio de todo el día y provocamos situaciones violentas y desagradables que no contribuyen, justamente, a generar buenos momentos y fortalecer el vínculo familiar.


Durante la comida, podemos hacer dos o tres señalamientos, siempre de buena manera, sin humillar a los chicos ni retarlos: nadie nace sabiendo. Después, debemos confiar en que también los chicos aprenden con sólo ver comer bien a sus padres (hay que asegurarse de esto para no caer en el famoso “Haz lo que yo digo pero no lo que yo hago”) y disfrutar de la compañía de nuestros hijos. Seguramente, de grandes, van a tener mejores modales y van a gozar más de la comida en compañía que si recuerdan las comidas de su infancia con angustia.

¡Buen apetito!

Niños Crianza y familia