Pasar al contenido principal

Ludopatía: adicción al juego

Para pasar de la diversión a la enfermedad sólo hay que atravesar una delgada línea que, cuando se cruza, puede terminar destruyendo la vida de una persona y de toda su familia. ¿Por qué se produce? ¿Cuáles son las diferencias entre un jugador social y un adicto?

La adicción al juego o ludopatía es una enfermedad de carácter psicológico y no orgánico, aunque el cuerpo se vea comprometido en ella, tanto durante el tiempo de la adicción como de la abstinencia. Los factores familiares, históricos, personales y las situaciones de pérdida importantes, se tejen para desembocar en esta pasión irrefrenable y devastadora.

Se puede considerar un “jugador social” a la persona que puede hacer un cálculo de cuánto va a apostar y cuánto dinero está dispuesto a perder; que va a divertirse un rato, a jugar una vez por mes o cada tres. Para él, jugar es una forma de compartir y divertirse.

En cambio, el adicto no se divierte. Necesita de eso para aliviar cierto dolor y la única manera que encuentra para calmarse es jugar y apostar; no controla su impulso. Está enfermo, se propone no ir a jugar e incluso dejar de hacerlo, pero no puede cumplir con nada de esto.
 
Aunque los adictos se dan cuenta de que el juego los maneja, psíquicamente opera la “desmentida”: Los adictos creen en la magia, en la suerte, entonces piensan que van a poder salir solos y se van metiendo en problemas cada vez más graves; se van aislando como sucede en todas las adicciones.

Siempre está la creencia de que van a recuperar lo que se perdió y cuando el entorno percibe que el juego se transformó en una obsesión, la única posibilidad de salida es la de buscar ayuda profesional.

Hay un momento en el que alguien de la familia empieza a detectar una conducta extraña, pero actúa un mecanismo de complicidad. Por ejemplo, un marido sospecha que su esposa es adicta al juego pero le da dinero para otros fines, aún sabiendo que puede usarlo para su adicción.

Una persona que cayó en una adicción al juego puede estar:

  • Más irritable
  • Más retraída
  • Deprimida
  • Puede tener defasajes en relación al tiempo o al dinero
  • Puede tener momentos de “desaparición” en los que sus familiares no saben dónde está y no pueden ubicarlo
  • Desaparecen objetos de valor y dinero

La familia y los afectos son muy importantes en el tratamiento, porque un adicto es una persona que no tiene los límites claros y sus seres queridos pueden acompañarlo y marcarlo durante el tratamiento.




Asesoró: Débora Blanca, Psicóloga especialista en adicción al juego