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¿De qué hablamos cuando hablamos de tiempo libre?

Preguntarle a una persona qué le gusta hacer en su tiempo libre a veces es ponerla en un aprieto, porque algunos dirían “estudiar” o “arreglar cosas en casa” y eso se parece más a trabajar que a descansar. Ahora, el tiempo libre, ¿siempre es sinónimo de descanso?

En pleno siglo XXI y sobre todo las personas que viven en grandes ciudades, tienen, por lo general, poca experiencia de “tiempo libre”: el trabajo, los viajes hacia y desde el trabajo, los hijos, la casa y la infinita lista de tareas que se despliega a partir de esa breve enumeración alcanzan para que un ciudadano urbano del tercer milenio no conozca ni siquiera el significado de la frase “tiempo libre”.

El tiempo libre se podría definir como ese tiempo que no está pautado y que queda abierto a que cada sujeto, en su singularidad, haga algo no prefijado exteriormente ni siquiera por esa persona misma.

El tiempo libre alude a un área que no tiene que ver con las obligaciones sino con el cómo disfruta esa persona. El disfrute no es en bloque, es de cada uno, y aunque hay aspectos en los que se puede consensuar, queda claro que la forma de disfrutar de cada persona puede chocar con la de otra.

Durante el fin de semana, por ejemplo, una persona puede disfrutar sentándose a leer, y si para su pareja el disfrute pasa por salir a pasear, puede haber un choque y una necesidad de generar algún tipo de acuerdo. Esto pasa mucho entre padres e hijos: los padres quieren descansar y los chicos quieren jugar, ir a la plaza y hacer programas con amigos.

Y en las vacaciones pasa lo mismo: pensar que un grupo de personas de distintas edades que convive 15 días siempre va a estar de acuerdo en la manera de disfrutar, es toda una utopía.

El tiempo pautado está consensuado con otro, en cambio el tiempo libre remite al libre albedrío de las personas y a veces hacer lo que uno quiere no es algo fácil de llevar adelante.

Y como el disfrute pasa por la singularidad de cada uno, habrá que comprender que hay gente que disfruta trabajando o haciendo cursos, y aunque parezca que no se deja tiempo para el ocio, hay que aceptar que eso es lo que esa persona elige para su tiempo libre.

En el tiempo libre pueden surgir problemas como querer estar con alguien y no tener a ese alguien, o plantearse un ideal de disfrute que nunca se alcanza. Cuando hay demasiadas obligaciones y la persona se ubica en la línea de las obligaciones -por ejemplo una mujer que trabaja y que responde a las obligaciones en el trabajo y hace lo mismo en su casa-, nunca va a encontrar tiempo libre porque siempre hay algo para hacer. Lo que hay que ver es en qué punto el sujeto puede hacer un alto y decidir dejar la pila de ropa para planchar y sentarse a ver una película.

Entonces, queda claro que “tiempo libre” no es sinónimo de descanso, así como tampoco es sinónimo de disfrute compartido: para lograr el disfrute compartido habrá que llegar a acuerdos en algunos aspectos, y conservar el espacio de decisión individual en otros.


Asesoró: Isabel Carrazo, Psicoanalista