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Los mitos en la sexualidad

Hasta hace unos años la sexualidad era un tema tabú del que sólo se hablaba a cuenta gotas y en la intimidad. Hoy en cambio, parece haber trascendido todas las barreras sociales y culturales para instalarse hasta en la agenda mediática, pero ¿qué pasó con aquellos mitos creados allá lejos y hace tiempo?

Entre risas y charlas, una reunión con amigas puede generar ideas falsas acerca de ciertos aspectos de la sexualidad que, a pesar de ser un tema muy hablado, sigue cosechando o reinventando mitos capaces de crear confusiones y hasta problemas en la pareja.

El tamaño es lo que importa, el paso de los años implica la pérdida del deseo sexual en una pareja, las fantasías son deseos reprimidos... Muchas son las ideas erróneas en base al sexo que buscan una respuesta en lugares equivocados.


Los mitos del tiempo y la cantidad


Un clásico filme de Woody Allen, Annie Hall, grafica sintéticamente uno de los conflictos que tiende a separar los deseos de hombres y mujeres. La pantalla se divide en dos y muestra simultáneamente a ambos miembros de una pareja en consulta con sus respectivos psicólogos. El terapeuta le pregunta a él cuántas veces hace el amor, y él responde: "Poquísimo, tres veces a la semana". Cuando el psicólogo le pregunta a ella, su respuesta es: "Muchísimo, tres veces a la semana".

La frecuencia ideal es una cuestión que atraviesa todos los dormitorios, de norte a sur, y es la más común de las diferencias matrimoniales.
 
Vivir en una cultura que mide desde la óptica del rendimiento implica que la calidad de la sexualidad se evalúe según la cantidad. En verdad, el problema no es el número de relaciones que se tienen por semana o por mes, sino lo que esas relaciones significan en términos de placer y encuentro, y es ahí donde la mirada debe posarse.

Y hablando de la medida del tiempo y el rendimiento, el paso de los años también está visto como un problema para la sexualidad de una pareja. Sin embargo, es otro de los mitos a derribar: El deseo sexual no depende de la cantidad de años de convivencia, sino del buen estado de salud, de las hormonas, de una buena relación de pareja, del conocimiento que tienen las personas sobre su función sexual y sobre su compañero/ a y de su capacidad para sentirse sexuales en cualquier etapa de sus vidas.

Otro de los mitos relacionados con el tiempo, es la duración del coito. Cuántas veces se ha escuchado a hombres y mujeres vanagloriarse por el tiempo que duran sus encuentros amorosos, sin saber que eso no es lo que importa.

La sexualidad no debe medirse en cantidad de tiempo sino en calidad. Pensar en el sexo en términos cuantitativos genera malos entendidos, problemas, traumas y exigencias que suelen dar lugar a la angustia  o hasta provocar disfunciones sexuales.


El orgasmo femenino y sus mitos

Terreno fértil para falsas creencias, el tema del orgasmo femenino es una constante de mitos y confusiones:

Los orgasmos simultáneos son más placenteros que los experimentados de manera separada: Esto es falso, ya que el orgasmo es una experiencia y una sensación tan individual que no siempre una persona está conectada con lo que en esos pocos segundos ocurre afuera.

Además, muy pocas parejas  pueden lograr regularmente el orgasmo simultáneo, ya que requiere una coordinación, un autoconocimiento y un conocimiento del otro muy importante. Por eso, apuntar al orgasmo simultáneo como “La norma” puede generar roces y malos entendidos.

Las mujeres sexualmente normales son multiorgásmicas: Esto también es falso porque esta capacidad es sólo una posibilidad de algunas mujeres, no una obligación, y depende de la sensibilidad de cada mujer, el autoconocimiento de su cuerpo, la capacidad de fantasear y de concentrarse en el estímulo sexual, y la habilidad de la pareja. El sexo es para disfrutar, no es una competencia, por lo tanto si una mujer está satisfecha con un orgasmo, ¿para qué más?.

La mujer sexualmente normal alcanza el orgasmo solamente con el coito: Según el Informe Hite -una investigación sobre la sexualidad de gran trascendencia que escandalizó a la sociedad americana de finales de los 70´-, sólo el 30 por ciento de las mujeres alcanzan con regularidad el orgasmo gracias al estímulo único del coito. El resto, necesita un estímulo adicional como masturbación, un masajeador a pilas, sexo oral, etc.

Es decir que a diferencia del coito, la estimulación adecuada del clítoris ocupa un papel primordial en la respuesta orgásmica femenina.


Mitos masculinos

Los hombres también salen perdiendo si de mitos se trata. Aspectos psicológicos como físicos de la masculinidad pueden verse afectados por estas falacias que atentan contra una vida sexual satisfactoria.  

Así como la cantidad es puesta a prueba cuando de calidad se habla, la importancia del tamaño también es discutible. Para tranquilidad de muchos, la satisfacción femenina no depende del tamaño del pene, ya que en una relación sexual lo que importa es la forma de utilizarlo, la calidad del erotismo que se ponga en juego durante la relación amorosa y, por supuesto, la sensibilidad y habilidad de la pareja que mantiene un encuentro sexual.
 
Y para reafirmar esto, basta con saber que la vagina sólo tiene sensibilidad en los primeros tres centímetros y que una mujer necesita más de la estimulación del clítoris que de la penetración para disfrutar.

Otro de los aspectos que entra en juego en la “mitología sexual” es la cuestión del deseo. Suele creerse que los hombres siempre tienen más ganas que las mujeres, sin embargo, el deseo sexual no es cuantificable.

Las mujeres no tienen ni más ni menos deseo sexual que los hombres, sino que este deseo se presenta de modo diferente en ellas. En general no pasa tanto por lo coital o genital, sino más por aspectos afectivos, sensitivos, románticos como el tacto, el olfato, la preparación del ambiente o el sentirse atractivas para su amante.

Por eso, otra vez no se puede hablar de cantidad si de deseo sexual se trata.

Las fantasías

En la sexualidad, las fantasías cumplen un papel muy importante que no las deja fuera de erróneas creencias.

Todos, hombres y mujeres, fantasean ya sea conciente o inconscientemente, y es importante saber que se trata de un comportamiento completamente normal, aunque a veces se crea lo contrario.  

Las fantasías sirven como el más penetrante de los afrodisíacos que desencadena en la mente el deseo sexual. Son seguras porque son privadas y ficticias, es decir que el hecho de que no serán descubiertas y de que son inventadas, libera a las personas de responsabilidad y les permite jugar con ellas cambiándolas de rumbo o suspendiéndolas abruptamente si no gustan. 

Suele creerse que las fantasías son el reflejo de un deseo real, pero en la mayoría de los casos esto no es así. Muchas personas prefieren dejarlas en el plano de la imaginación, donde nacieron, mientras que otras deciden llevarlas a la realidad.

Lo único que hay que tener en cuenta es que jamás será lo mismo lo fantaseado a lo vivido. En la realidad, así como los mitos carecen de veracidad, aquellas fantasías carecen de la carga erótica y la magia que en la mente las caracterizó.
 


Asesoró: Lic. Diana M. Resnicoff
Psicóloga clínica. Sexóloga clínica.