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Las 5 crisis más comunes en las parejas

Todas las parejas que conviven durante muchos años atraviesan crisis “vitales” que se relacionan con el crecimiento de cada uno de sus miembros así como del avance del Proyecto de vida que se plantearon en común. Aquí, las cinco crisis más comunes.

Una crisis es un momento de decisión. Y de esos, las parejas estables tienen miles. Empezando por el momento de la unión “formal” -cuando se discute acerca de las ventajas de irse a vivir juntos en relación a pasar por el Registro Civil y, eventualmente, por la ceremonia religiosa correspondiente-, en la medida que el tiempo pasa, quienes decidieron llevar adelante una vida de a dos se enfrentan con algunos “hitos” que traen consigo alegrías y dificultades.

Entre esas situaciones, algunas de las más comunes y universales, son:

  • La convivencia del primer año:

Se trata de un período de adaptación que puede ser más o menos difícil y en el que se plantea una negociación a veces implícita y otras muy explícita entre las costumbres de cada uno de los miembros de la pareja. Las costumbres que cada uno trae de su casa y los modos a los que estaban acostumbrados deben fundirse en un estilo de vida común, que suma lo que trae cada uno pero que produce un resultado nuevo.

Esta etapa en la que se consolida la convivencia puede ser muy costosa o puede transcurrir sin sobresaltos, y esto depende, por un lado, de las semejanzas y las diferencias entre la vida anterior de cada uno de los cónyuges, de su capacidad para ceder, tolerar, aceptar los cambios, dialogar y crear un mundo nuevo que será el del matrimonio.

Por lo general, el orden, la limpieza, la cocina, el dinero, las salidas –solos o en pareja- y las relaciones con la familia política son los “grandes temas” de esta etapa.

  • El nacimiento de los hijos:

El paso de la pareja a la familia es una crisis vital muy fuerte que moviliza a quien se convierte en madre por un lado, a quien se convierte en padre por otro, a la familia que estrena roles –abuelos, tíos, primos, etc.- y cambia el orden, el tiempo y el espacio de ese mundo que, hasta ese momento, era un mundo de dos.

El desborde por el nivel de demanda del bebé, el padre que puede sentirse “dejado de lado” y la repentina irrupción de la familia ampliada en la vida de la pareja requiere ajustes que, muchas veces, implican peleas, reclamos y ajustes que deben basarse en el amor, la comprensión y el diálogo.

La colaboración del padre en el cuidado del bebé y en las tareas de la casa, los límites a la familia ampliada siempre dispuesta a ayudar –o los reclamos porque no está cuando se la necesita- y el pedido de atención de parte del hombre a su pareja son algunos ejemplos de los temas urticantes de este período.

  • El séptimo aniversario:

Más allá del mito, los siete años de convivencia cierran un ciclo imaginario que tiene que ver con la constitución de la pareja, que ya se encuentra consolidada. La magia de los primeros años puede haber dado paso a la rutina y es alrededor del año número 7 que se habla de “la comezón del séptimo año” como un momento en el que crece la tensión entre los miembros de la pareja.

Dado que las bases ya están planteadas, esta crisis puede dar como resultado un reencuentro y un acuerdo en función de una refundación de la pareja, con acuerdos que reflejen más la realidad actual que la que tenían siete años atrás.

  • Los hijos adolescentes:

Los adolescentes, con sus características, ponen a la familia en un momento de redefinición: roles, límites, espacios y tiempos se replantean a diario y no siempre en los mejores términos posibles. Los padres pueden acordar en las pautas de crianza o contradecirse y, por lo tanto, sufrir un conflicto de pareja que se refleja en los chicos.

Por otro lado, la alegría de ver crecer a los hijos, de verlos tomar vuelo, tiene la contracara del paso del tiempo para los padres, que pueden sufrir el duelo por los hijos pequeños a la vez que por su propia juventud.

  • El Síndrome del Nido Vacío:

Una vez que los hijos dejaron la casa paterna para hacer su vida de manera independiente, la pareja vuelve a encontrarse sola, como al comienzo, pero con muchos años de convivencia compartida.

En función de cómo hayan sido atravesadas las crisis anteriores, del amor que exista y de los proyectos personales y compartidos con los que se cuente, va a resultar más fácil o más difícil volver a poner sólo dos platos en la mesa.

Entender las crisis como oportunidades es, sin duda, una actitud que puede hacer que un momento difícil dé paso a una nueva etapa de la pareja y no que termine con ella.