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La otra dulce espera

Todos coincidimos en que los bebés se hacen de a dos. Si hay futuras mamás, hay futuros papás, aunque la panza no les engorde tanto. Como la maternidad, la paternidad es un viaje de ida. Sólo tiene comienzo...

Todo el equipo de profesionales de Bebé a bordo coincide en que los bebés se hacen de a dos. Si hay futuras mamás, hay futuros papás. Esta sección estará dedicada a ellos, para que sepan que también los vemos, aunque la panza no les engorde tanto.

Un cuento clásico de ciencia ficción, debido al escritor Richard Matheson, se titula "Nacido de hombre y mujer". El contenido no viene aquí al caso, pero sí el título. Nunca será redundante recordar que cada vida humana que se incorpora al mundo proviene de una mujer y de un hombre. Y lo hace a través de un proceso rico, pleno de matices y situaciones que nunca pueden darse por sabidas, ni deben encasillarse. Como la maternidad, la paternidad es un viaje de ida. Sólo tiene comienzo, y a partir de entonces se completa, se renueva y se perpetúa en cada segundo de la vida. O quizás debería decirse de las vidas: la del padre y la del hijo.

La era que hoy vivimos, en el umbral de un nuevo siglo, tiene mucho de lo peor de las anteriores, pero también debe ser celebrada por valores propios.

Como nunca, en estos años finiseculares se plantea y se propone el valor del individuo, de sus potencialidades y de sus valores. Es cierto que, con una saña y una perversidad que antes fueron desconocidas, casi todos los días alguien atenta contra esos valores que se reivindican. Pero también es verdad que al calor de ellos se exploran otras dimensiones posibles de la relación entre el hombre y la mujer, otras posibilidades de su encuentro. En ese contexto, la procreación es hoy elegida, encarna el ejercicio de la responsabilidad y responde a la vivencia amorosa de un modo en que no fue posible en otras eras. Hoy un hombre no se convierte en padre en primer lugar para cumplir con mandatos sociales, sino por respeto a una elección propia, por compromiso con su pareja, por una acción responsable en el sentido en el que la definía Perls.

Por supuesto, puede no hacerlo por nada de esto, pero en ese caso el culpable no está afuera. Cuando hay más responsables hay menos culpables.

Esta breve historia refrenda, en fin, que se empieza a ser padre en el mismo momento en el que se decide tener un hijo. Por lo tanto, el embarazo es también una cuestión del varón. Su participación en todo el proceso de la gestación resulta fundamental, es necesaria para la plena concepción de la nueva vida.



Por supuesto, se trata de un papel desconocido para el hombre. Durante siglos estuvo excluido de ese rol, por lo tanto no tiene la obligación de saber cómo se hace. Sobre todo si el padre es primerizo, la vivencia será tan nueva para él como para la madre y, desde ya, para el hijo. Esto, sin embargo, no vale como coartada. Un hijo necesita de su padre desde el mismo momento en que es concebido. Lo necesita cuando está en la panza de la madre. Lo necesita cuando atraviesa ese canal que lo lleva de aquella sagrada intimidad hacia el mundo exterior. Lo necesita en los días, los meses, los años que siguen. Lo necesita como padre, como hombre, como persona que fue responsable de engendrarlo y no sólo como proveedor material.

Cualquier hombre adulto de hoy sabe de lo que estamos hablando. Lo sabe con sólo recorrer su propia historia como hijo. Lo sabe por acción o, las más de las veces, por omisión.

No somos padres a partir de que en el Registro Civil, inscribimos a un recién nacido con nuestro apellido. No somos padres cuando le compramos cosas a esa criatura. Lo somos desde antes y durante cada minuto a partir de entonces. Es bueno saber que padre hay uno solo, que el padre es irremplazable como la madre -aunque de manera diferente-; y eso resulta, también un motivo de reflexión: cada espacio que nos corresponda y en el que estemos ausentes será una ausencia de la vida de nuestros hijos. De manera que la dulce espera (con sus contenidos de sueños, fantasías, temores, pesadillas, ansiedades, inseguridades, certezas, esperanzas, malestares, fortaleza), nos atañe y nos corresponde.

Existe una dulce espera del varón, hay hombres en la dulce espera. 

Por Sergio Sinay
Texto extraido de su libro "Hombres en la dulce espera" (Editorial Planeta).
 

Mujer, pareja y familia