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¿Cómo fomentar el sentido de la amistad en los hijos?

Desde muy chiquitos, es posible orientar a nuestros hijos para que reconozcan la amistad como un valor. Desde compartir los juguetes hasta saber guardar un secreto, los chicos aprenden a ser buenos amigos a medida que van creciendo.

Desde muy chiquitos, es posible orientarlos para que reconozcan la amistad como un valor. Desde compartir los juguetes hasta saber guardar un secreto, los chicos aprenden a ser buenos amigos a medida que van creciendo. 

La amistad es un sentimiento compartido por dos personas que va madurando y haciéndose más sólido en la medida que la persona crece: para un nene de jardín de infantes su amigo es el que juega con él, pero esa “amistad” es efímera, ya que por circunstancias muy simples un amigo puede dejar de serlo.

Las primeras intervenciones de los padres en estos vínculos pasan por hacerles notar que no pueden arrebatar un juguete, que deben pedirlo prestado un ratito y luego devolverlo, que tienen que compartir sus cosas cuando otro nene viene de visita, que debe decir las cosas que le molestan o no le gustan pero que no tiene que pegar para conseguir lo que quiere, que hay turnos y que a su tiempo todos tendrán lo que se ofrece o se reparte, etc.

De más grandecitos, los chicos pueden decir que se hicieron amigos de un nene en la plaza: eso significa que jugaron unas horas juntos y compartieron los juguetes, probablemente no vuelvan a verse, pero a partir de estas experiencias es que los niños se van formando una idea de lo que es la amistad.

Alrededor de los 8 años, los “mejores amigos” se vuelven muy importantes tanto para los chicos como para las chicas y suelen despertar sentimientos muy fuertes tanto positivos como negativos: por ejemplo, enterarse de que otra persona ocupa el puesto de mejor amigo/a que uno creía ocupar, puede ser muy doloroso para un chico de esta edad y los padres no deberían minimizar su sufrimiento, sino ayudarlo a atravesar esa situación.

Es común que los padres escuchen conversaciones –por ejemplo en el auto, al volver de la escuela, o mientras sus hijos meriendan con el/la amiguito/a que invitaron a jugar- en las que se critica a otro porque no supo guardar un secreto, o porque le dijo a la maestra algo malo que estaba haciendo un compañero, etc. Por lo general, si en ese momento los chicos no piden la opinión del adulto, conviene no intervenir, pero sí estar atentos. Más tarde y a solas con el hijo, se puede retomar esa charla para hacer las aclaraciones correspondientes.

Algunas cuestiones puntuales que hay que trabajar con los chicos y que, a la larga, hará que sean mejores amigos, son las siguientes:

  • Si los invitan deben, a su vez, invitar –no llevando un control de uno a uno, pero sí como regla general-.
  • Un día puede no tener ganas de ir al cumpleaños de un amigo, pero debe pensar qué pasaría si ese amigo faltara a su cumpleaños. Si decide no ir o no puede hacerlo, corresponde llamar para disculparse.
  • Cuando se encuentran a jugar deben llegar a acuerdos –y no caer en esas condiciones tiránicas de que “se juega a lo que quiere el invitado”, porque si no, no van a querer invitar más-.
  • Hay que llamar a un amigo que está faltando al colegio por alguna enfermedad para ver cómo se encuentra.
  • Hay que ser cuidadoso con lo que se dice y cómo se dice –por ejemplo, si no le gusta cómo le quedó el corte de pelo a una amiga, no puede ser absolutamente honesta-.
  • Es raro que un chico sea “amigo” de todos los compañeros del grado, pero sí debe aprender a ser buen compañero.
  • Si en el grado hay un grupo más afín, hay que explicarles a los chicos que nunca deben “dejar afuera” a alguien ni hacerle sentir “que no pertenece al grupo”. Para el Día del Amigo, por ejemplo, si quiere hacerles un regalito sólo a unos pocos, no debe entregarlo delante de los que no reciben regalo.
  • Cuando surge un problema entre amigos, los padres deben escuchar a sus hijos, aconsejarlos y recomendarles que busquen el momento adecuado para hablar del tema. Como regla general, no conviene que un padre llame a otro para tratar entre adultos los problemas de los chicos.
  • Hacerles ver a los hijos las actitudes positivas y negativas propias y ajenas: “En tal momento estuviste bien, pero cuando hiciste esto otro estuviste mal. ¿De qué otra manera te parece que podrías haber reaccionado?”. “Y sí, tu amigo estuvo mal cuando hizo tal cosa, podés decirle que te molestó”.
  • Fomentar los vínculos de los chicos con sus amigos es central y, siempre que se pueda, es bueno que vean que su casa se abre para recibir a esas personas que son tan importantes para ellos: una merienda para el Día del Amigo, una fiesta para Halloween, etc., sólo son excusas para darles la oportunidad a los chicos de ser anfitriones y de ir aprendiendo de la experiencia.
  • Dar el ejemplo es básico: el trato, el cuidado y la atención que los chicos vean entre sus padres y sus amigos serán fundamentales a la hora de construir su propio concepto de amistad.

Los consejos que se pueden brindar al respecto son infinitos, tal como las situaciones que las personas atravesamos en la vida mientras aprendemos el camino de la amistad. La idea es que los hijos hagan su propia experiencia, y que los padres estén allí para acompañarlos.

Niños Educación y estimulación Psicología del niño y la familia